CANTA EL PASTIZAL (cuento)

in #provenezuela6 years ago (edited)

CANTA EL PASTIZAL


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En el horizonte se habían formado nubarrones entre tonos cárdenos y grisáceos antes de la llegada de la noche. La brisa se hacía cada vez más acérrima e imperativa como diciendo que pronto llegaría un temporal cargado de lluvia y tormenta, pero que no se definía ni se concretaba aún. Los campos habían sufrido una temporada larga de sequía. Los pozos estaban secos, la tierra estaba seca, el ganado estaba seco, el pastizal estaba seco.

Los hermanos Marcos y Eugenia Da Costa se habían hecho cargo de la finca que les heredó su padre tres años antes. Marcos intentaba manejar la finca bajo sus escasos conocimientos de agricultor y ganadero, mientras Eugenia se encargaba de las finanzas y la familia. Los dos primeros años fueron de abundancia y excelentes expectativas de crecimiento, pero la época había sido dura para todos el último año. No había nada qué cosechar y el ganado casi ni daba leche. La situación se había vuelto insostenible. Aún podían darle de comer a los trabajadores pero no podían pagarle ni un solo centavo partido por la mitad. Y es que ya nadie quería trabajar por poco o por nada, pues, muchos de los trabajadores decidieron irse incluso sin aviso previo; sólo se fueron.

Tras caer la noche, la esperanza de que las cosas cambiarían en algún momento había dejado la botella casi vacía. Lo único que quedaba en los corazones de los Da Costa era mantenerse apegados a la perseverancia y a que ocurriera un milagro, menos una catástrofe. Mientras, en el comedor cenaban en familia los pocos que quedaban: Marcos y su esposa Teresa quienes dejaron la ciudad y apostaron por la finca; don Casimiro “el capataz”, hombre de confianza del otrora dueño y ahora de sus hijos; doña Edmunda quien también había estado allí desde hace bastante tiempo y quien ayudaba a Teresa en la cocina, en el ordeño y en otros quehaceres; y Eugenia y su hijo Emilio, una madre con un niño autista a quien ofrendaba todo su amor y toda su vida.

Afuera, en el porche, sonaban sutilmente los móviles, allende el contacto de los metales con la brisa suave y los agradables tonos que emitían. La noche estaba completamente oscura, estrellada pero oscura. Las luces exteriores de la casa, luces tenues y mortecinas, no llegaban más allá de la cerca perimetral sino hasta donde las sombras y la oscuridad se lo permitían. Los perros comenzaron a ladrar; pudo haber parecido algo normal, porque sólo lo hacían cuando un animal andaba merodeando, pero sus ladridos no eran normales, esta vez eran diferentes. Había algo allá afuera que los tenía inquietos.

Marcos y don Casimiro fueron por dos armas; las mujeres se quedaron adentro de la casa, menos Eugenia que los siguió hasta el porche. Intentaron echar un vistazo hasta donde se podía pero nada. De pronto los perros intensificaron los ladridos hacia una dirección y el capataz les lanzó una voz de mando para acallarlos; Marcos esperó unos segundos y espetó hacia el punto indicado por los canes que era la nada:

—¿Quién anda allí? ¡Muéstrese o dispararemos!

Unos segundos más tarde alguien comenzó a acercarse. Las armas fueron activadas como medida de precaución. Una voz se hizo sentir pidiendo que no dispararan, era la voz de un hombre. Acto seguido, el desconocido salió de entre la oscuridad llevando algo terciado en la espalda.

—¿Quién es usted? —demandó Marcos Da Costa— ¿Qué hace en nuestra propiedad?

—No vine a buscar problemas —dijo, mostrando las manos—. Sólo escuché que necesitan ayuda en este lugar y yo necesito un trabajo.

Los dos hombres se miraron a los ojos. Les dio mala espina que aquel sujeto haya aparecido como apareció. No era el modo, ni la hora, ni el momento para buscar trabajo. Lo exhortaron a que regresara por el mismo camino, volviera al siguiente día y permitirles considerar si podrían darle algo qué hacer; a lo que el desconocido contestó:

—He venido de lejos, estoy agotado del camino y no he comido en dos días. ¿Al menos podrían darme un poco de agua? Eso me bastaría para regresar y continuar.

Eugenia se acercó a su hermano, lo tomó del brazo, lo miró a los ojos y le dijo que no podían dejarlo ir después de conocer semejante estado de necesidad, que al menos podían darle de comer y luego hacer que siguiera su camino. Marcos estuvo de acuerdo y el capataz también. En fin, el hombre no parecía peligroso y ellos no estaban allí para juzgar ni para endurecer sus corazones; así que bajaron las armas. Pero antes preguntaron sobre lo que llevaba colgado en la espalda.

—¿Esto? —se descolgó el objeto—. Es mi guitarra. Me acompaña a todos lados adónde voy.

Después de indagar lo necesario y constatar que efectivamente no suponía peligro alguno lo invitaron adentro de la casa, hicieron que se aseara y lo acomodaron en un lugar en la mesa con la familia. Tras servirle un buen trozo de carne, puré de papas, vegetales cocidos y un vaso de leche del ordeño de la tarde lo vieron comer. No dejó ver modales ni compostura alguna ante sus anfitriones. Comió como un animal con hambre, con ganas, con desespero, y disfrutó cada bocado, sí que lo disfrutó, a tal punto que volvió a repetir un plato más. Aquella forma de comer en aquel extraño pudo haberlos preocupado pero por el contrario fascinó a todos.

Cuando la cena terminó pasaron a la sala a degustar un delicioso dulce de leche y a conversar. Hablaron alejados de la incomodidad. Por supuesto que tras tener a un desconocido en la casa las preguntas curiosas no podían quedar a un lado. No querían que pareciera un interrogatorio criminal, sólo querían saber quién era y de dónde venía. El hombre los miró como ellos lo miraban: con ojos inefables, intentando auscultar su interior. Y sonrió.

—Me llamo Juan —aclaró antes—. Vengo de un lugar muy lejos de aquí, donde el viento es fuerte y la brisa es fresca, donde el mar es azul y el aspecto del día cambia según la época, donde la naturaleza es bondadosa y la tierra es fértil y agraciada, donde la gente es alegre y su amistad tiende a ser desprendida e incondicional —explicó con un tono de voz suave y envolvente—. Por si piensan que sí, no escapo de nadie ni huyo de nada; tal vez busco algo o quizás espero algo. Todos de algún modo buscamos algo o esperamos algo en algún lugar, sobre todo esperamos hallar algo: un amor, una amistad, un hogar, un lugar dónde descansar, alguien a quien echarle una mano, con quien platicar o a quien hacerle compañía, alguien que te dé un poco de comida y a quien tú puedas agradecer; todo depende de lo que Dios decida ponernos en el camino —dijo tras una sonrisa y un brillo sugerente en su mirada. Y les agradeció por el gesto de la comida y el dulce, por haberlo recibido y hacerle un lugar en su mesa aun sabiendo que era un total desconocido.

Ninguno había conocido a alguien tan elucubrado como él, tan profundamente inspirador como él. A simple vista habrían pensado que era un hombre sin hogar, sin familia, sin educación; un hombre solitario que iba y venía de aquí para allá y de allá para acá, pero que cuando lo escuchaban todas esas imágenes desaparecían.

Al cabo de un minuto, Eugenia le hizo una solicitud a Juan, que tocara su guitarra para ellos. Y él no se negó, lo menos que podía hacer era retribuir el gesto de entrega y de amabilidad con una canción. Alcanzó su guitarra, la desenfundó, ajustó las cuerdas y tocó una melodía tan hermosa que estremeció los corazones de quienes permanecían sentados en primera fila. Y algo ocurrió.

Emilio, el niño autista que jugaba con su cubo de Rubik al lado de su madre y a quien nada lo sacaba de su mundo interior porque había perdido contacto con la realidad a su alrededor, reaccionó por primera vez en años. Miró a Juan a los ojos mientras su rostro mostraba una sonrisa expresivamente suave que el hombre de la guitarra le correspondió. Sonreía y no dejaba de hacerlo. Todos miraron la escena y la sorpresa no les cabía en el pecho. ¿Era la música o era quizás producto de un milagro? Lo que haya sido era motivo de alegría. De pronto, un olor ingresó a la casa desde el exterior, invadiendo los sentidos de todos: petricor, ese olor que produce la lluvia al caer en los suelos secos. Doña Edmunda fue a la puerta principal, cuando la abrió emitió un grito: ¡Lluvia! ¡Llegó la lluvia!

Nadie lo podía creer. Todos salieron afuera de la casa y efectivamente la lluvia había llegado. Y se bañaron bajo el aguacero llenos de felicidad. Ahora las cosas mejorarían en la finca, para la familia, para todos.

Eugenia entró a la casa con la ropa empapada a buscar a Juan para que se les uniera y decirle que podía quedarse a trabajar con ellos el tiempo que quisiera, pero no halló rastros de él, sólo su guitarra y una nota breve que decía: “Gracias por alimentar a un hambriento y darle alegría a un desconocido. Sé que ahora Dios se los pagará.” Eugenia salió al porche y miró a todos bajo la lluvia, sonrió, suspiró, elevó una plegaria y se unió a su familia.

Pronto la finca volvió a florecer y así se quedaría durante mucho tiempo. Los pozos estaban llenos, la tierra volvía a ser fértil, el ganado producía leche y el pastizal, el pastizal cantaba de alegría.

Moraleja: Jamás pierdas la esperanza; siempre hallarás en tu camino una razón que te llevará a vivir un milagro.

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Sort:  

Espero que ganes. Este relato me ha gustado mucho, el momento de la lluvia fue mágico, ese párrafo te quedó muy bien trabajado, se puede vivir en momento de alegría y puedo sentir incluso el olor a lluvia. Para mi eres el ganador.

Me encantan las fotos, me gusta que la tierra refleja precisamente lo que relata la historia sobre la sequía.

Muchos Venezolanos desean que aparezca un Juan como ese en sus vidas, es una historia que llena de esperanza... Cuando crees que ya todo está perdido y no puedes ver una luz al final de camino... siempre puede ocurrir un milagro. No se sabe. El mundo da muchas vueltas.

Esta historia me recordó a una experiencia que le sucedió a alguien, estaba muy deprimido tomó un taxi y desde que se montó el conductor le empezó a decir cosas inspiradoras y muy positivas, él escucho atentamente cuando llegó a su destino, que se fue el taxi, fue que se dio cuenta que jamas le pago y tampoco le había dado la dirección. ¿Cómo supo a donde iba? Mi amigo está convencido era un ángel. Tal vez Juan lo sea también.
Lo releí y noté que se quedaron con la guitarra de Juan, que afortunados. ¿Será la guitarra la de la suerte?

@nakary, los milagros ocurren a diario, vivir, respirar, despetar y ver la luz del día son algunos de ellos; dependerá de nosotros cuánto valor le demos. Sí, tal vez muchos necesiten de un " Juan" (me incluyo) que les obsequie un gramo de cosas buenas, que alivie un poco la carga en el camino difícil o que simplemente esté allí para hacerle recuperar la esperanza a alguien. Gracias por tan conmovedora manera de mirar esta historia. Y un mensaje final: Todos buscamos la manera de ganar en la vida (me refiero a la ganancia material) y aunque gane o pierda habré ganado mucho más al recibir el premio de las palabras de personas como tú que dejan más, que enriqucen más. Gracias por tus buenos deseos. Un abrazo.

Muy acertado Sahir, hasta tus comentarios son dignos de publicar, gracias por hacerme consciente de que existen esos milagros, me recuerdas que puedo ser agradecida por lo pequeños regalos de la vida, a veces no podemos valorarlos porque esperamos otra clase de milagro... esperamos algo demasiado extraordinario y no valoramos el milagro de vivir por ejemplo.

Aunque igual me quedo con ganas de conocer a ese Juan y que me bendiga con la melodía de su guitarra. :)

Que historia tan hermosa..que tremendo mensaje!!!. Que hermoso escribes, lo que más me conmovió fue la frase final que expresa la moraleja: Jamás pierdas la esperanza; siempre hallarás en tu camino una razón que te llevará a vivir un milagro.
Porque en mi caso, he perdido muchas veces la esperanza, la sensación es indescriptible y cuando aprendemos a observar los pequeños detalles del día a día, siempre habrán milagros, si estás ciego no los verás, si eres capaz de observar y estar atento, sabrás cuando recibes uno. Inspiradora historia. Espero ganes el concurso, te lo mereces. Ah y las fotografías magníficas. ( a todos muchas veces, se nos ha cruzado Juan...), un abrazo

Es horrible ese sentimiento, es como dices la sensación es indescriptible, pero tienes mucha razón @carolinaidrogo, solo hay que observar los pequeños detalles del día, justo hoy un buen amigo me explicaba eso. Espero tener la capacidad de obsérvalos, saludos.

Eres una dulzura, tienes toda la razón, simplemente este tipo de historias nos hacer recordar el tiempo que a veces perdemos en estar distraídos, ciegos, en fin. Que los milagros sean bienvenidos. Todos hemos experimentado uno, HABER NACIDO. Un abrazo grande @nakary

Mi estimada, @carolinaidrogo. No creo que nadie no haya experimentado la pérdida de la "esperanza" alguna vez; incluso yo he sentido la desesperanza abrazarme y no soltarme por un buen tiempo. La verdad que esas cosas que te hacen perder la esperanza al final quedan minimizadas por cosas tan simples y maravillosas como el amor y la fe. Debemos seguir creyendo que más allá de las adversidades nos espera algo mejor. Gracias por tan hermosas palabras. Un abrazo.

yo creo que ya eres el ganador, al menos no pierdas las esperanzas! excelente relato, nos llenas de optimismo justo cuando mas lo necesitamos

@melvadg, bienvenida a la lista de los que creen que mi historia es ganadora. Jamás pierdo la esperanza; solo carezco de arrogancia y abunda en mi la modestia. Me alegra que te gustara y que haya influido en tu vida de alguna manera. Un abrazo.

Sorprendente relato de como la esperanza puede estar en cualquier parte, en cualquier lugar o simplemente en una guitarra rasgada por un extraño que venido en medio de la noche la trae llenando de luz hasta los rincones mas sombríos. simplemente bello tu relato.

@mariqyes, realmente es una historia con una energía atrapante, con un final que más allá de conmover termina dejando un sabor dulce en la boca. Gracias una vez más por leer otra de mis historia. Espero sorprenderte con la próxima. Un abrazo.

Ya está dicho, usted caballero hará el prologo de mi futuro libro, me tienes enamorado la manera como escribe, cada vez disfruto más y más, te felicito. Att: @arcabuzx

@arcabuzx, agradecido por tales elogios y mucho más agradecido por el tiempo que le ha dedicado a mi relato que por lo visto lo ha tocado. Gracias por haberlo comentado con tanta vehemencia. Y sería un honor participar en el prólogo de su libro. Escríbalo y hablaremos al respecto. Saludos a la comunidad @provenezuela.

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