Entre 2005 y 2012, actividades laborales me llevaron a viajar al otro lado del mundo, siendo China el país de destino final para siete de esos viajes y entre reuniones de trabajo, visita a fábricas e inspección de mercancías siempre tuve tiempo para conocer los lugares turísticos, templos budistas y disfrutar de alguna buena comida, uno que otro trago y también... La Fórmula 1.

Ir a ver la carrera de Fórmula 1 conlleva mucho más que sólo ir a ver una carrera de carros. Desde que empieza el día, aunque en la ciudad ni saben que el evento se está dando ahí, el ambiente de nuestro grupo ya es de F1 y en este, mi segundo Gran Premio de Shanghai aunque hay locales, el baquiano soy yo porque ninguno de ellos había asistido a una carrera antes. Tomar un taxi y hacer entender al taxista para donde nos dirigimos es toda una proeza. La mayoría de los taxistas no hablan ningún otro idioma, sólo Chino, Jesús y Daniel, que estudiaban el idioma en la Universidad de Shanghai en esa época nos sacaban la pata del barro para hacernos entender pero ellos no tenían idea de donde quedaba la pista, así que entre teléfonos celulares y mapas por fin conseguimos a uno que accedió a llevarnos. Como pudimos, nos metimos cinco personas en aquel sedán, íbamos como sardinas en lata apurando a nuestro conductor para tratar de llegar a tiempo. El ratón de los tragos de la noche anterior durante la bienvenida a la ciudad nos impidió levantarnos a una hora adecuada.

Una vez salvados los obstáculos del idioma y del tráfico llegamos antes del desfile de los pilotos, evento que se produce antes del momento más impresionante del día, cuando encienden los motores de los bólidos. El sonido de esos carros hace retumbar las tribunas y la energía que sientes de las miles de personas que te rodean, te pone la piel de gallina y es momento de decir: "Ya se pagó la entrada" aún cuando el show todavía no ha comenzado.

---

Fuente: Foto propia con cámara Cannon Power Shot

---

Luego de lidiar con revendedores y lograr entrar al circuito, buscamos nuestra tribuna, excelentemente bien situada al final de la recta principal y con vista a las curvas 1 y 2. Los carros se colocan en la grilla de largada, dan la primera vuelta de calentamiento, sale la bandera verde en la parte trasera de la grilla se van encendiendo una por una las luces rojas en el semáforo y al apagarse se da largada.

Una vez iniciada la carrera, por momentos no tienes idea de lo que pasa, contrario a cuando la ves por televisión en que cámaras aéreas y localizadas por toda la pista además de la información marginal y comentarios de los narradores te mantienen al tanto de lo que pasa al instante. Aquí teníamos una pantalla al frente pero muy lejos para ver la información, sólo para ver la repetición de los adelantamientos y de los accidentes.

---

Fuente: Foto propia con cámara Cannon Power Shot

Claramente se ve la recta principal y los miles de espectadores que disfrutábamos del espectáculo.

---

Fuente: Foto propia con cámara Cannon Power Shot

La belleza criolla siempre hace acto de presencia en los grandes eventos mundiales

---

Fuente: Foto propia con cámara Cannon Power Shot

Termina la carrera y salen los comisarios de pista con sus banderas a saludar a los corredores

---

No recuerdo si alguna vez llegamos a saber quién había ganado la carrera, la verdad, no era importante, sabíamos que Pastor Maldonado había corrido, compramos su franela y la usamos durante toda la carrera y eso sí, disfrutamos todo el evento.

---

Fuente: Fotos propias con Cámara Cannon Power Shot

---

Una vez finalizada la carrera, nos dirigimos a la exposición de carros ubicada en las áreas comunes del circuito, disfrutamos de los espectáculos musicales y cuando estábamos muertos del hambre nos fuimos con otros venezolanos que conocimos en la carrera a un lugar brasilero a comer churrasco y con unas caipirinhas comenzó una nueva celebración por el espectacular día de carrera.

Estos momentos son los que te permiten no estar preocupados por cumplir años. Siempre digo: Malo no es cumplir años, malo es que pasen los años y no tengas cuentos que contar. Gracias a Dios, yo tengo muchos buenos cuentos que contar.