Motivos para volver...

Motivos para volver…

Quedaron en encontrarse un jueves por la tarde. Él fue a recogerla en la camioneta de un primo, ya que se carro lo había vendido para pagar parte de los gastos del viaje. También habían vendido los muebles, la cocina, la nevera, la cama. No vendí la ropa de verga, le dijo y suspiró. La vaina está arrecha, soltó como para justificar su partida, como si ella no supiera, y luego dijo mirando al frente: a veces, por mucho que tú te empeñes en una dirección, la vida te lleva hacia otro lado, lejos, donde jamás pensabas ir. Ella también miró hacia el frente, pero guardó silencio. Él, al rato, sentenció: todo cambio supone desprendimientos. Por lo que veo, no solo tendré que desprenderme de todo esto, miro el paisaje azul detrás de los vidrios del carro, sino también de ti. Nunca más volveré a este país.

Ellos habían comenzado la universidad juntos, incluso habían sido novios por unos semestres. La intermitencia de su relación les daba no solo aire de libertad y razón para afianzar la amistad entre ambos, sino que también les daba la oportunidad de conocer a otras personas. En una de esas, él embarazó a una chica con la que tuvo que casarse. Desde ese momento la relación cambió de novios intermitentes a amantes. Ella también buscó una pareja impulsada por los celos o porque en el fondo sabía que ya él no le pertenecía y que debía alzar el vuelo, buscar calor en otro nido. Pero siempre se buscaban, hacían el amor, reían, se confesaban cosas, jugaban. En cada encuentro retomaban un noviazgo que nunca debió terminar y muy especialmente, retomaban la amistad y el amor que se profesaban.

Aquel jueves de despedidas, buscaron para tomarse unas cervezas. Fue difícil encontrar una licorería abierta, por lo que debieron dar muchas vueltas. La idea era no gastar tanta gasolina porque el tanque no estaba lleno y las colas eran interminables en las gasolineras. Cuando encontraron una licorería, las cervezas eran súper costosas. Aunque sabían que el expendedor se estaba aprovechando de ellos, compraron unas cuantas. De allí fueron al automotel de siempre. En la entrada encontraron un papel que informaba que “los puntos estaban caídos” y que solo estaban aceptando efectivo y transferencia. No podían creerlo. Buscaron otro que aceptaba biopago, pero tuvieron que salir e ir a una zona con mejor señal. Ya en la habitación, el aire acondicionado estaba dañado, por lo que debieron reportar a la gerencia y les dijeron que todas las habitaciones estaban así, que podían devolverles el dinero. Al final se quedaron.

Al culminar la noche, cuando se estaban despidiendo, mientras él le daba un último abrazo, le volvió a repetir: este país está mal. Continuó: Pero a pesar de eso, no quiero despedirme de ti. Quiero que cada vez que recuerde lo nuestro, pueda ver dentro de mi alma y encontrarte allí. Que tus besos sean la excusa para olvidar el invierno que encontraré y que me salven de morir. Que te recuerde siempre como el bosque donde mil veces me perdí. Me voy, pero ya tú eres la excusa perfecta para extrañar y querer volver a este país.
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