Donde te sientas feliz, ahí es...
Donde te sientas feliz, ahí es…
Días atrás, una amiga pasaba por un momento angustioso y como siempre, al final de la conversación, quedábamos en encontrarnos uno de esos días. Hacíamos esa promesa, sabiendo que tal vez no la cumpliríamos en lo inmediato. Porque aunque somos amigas muy cercanas, el diario vivir no nos deja tiempo para encontrarnos y hablar personalmente. Extrañamente, esta amiga ha estado conmigo en los momentos más difíciles que he tenido en la vida, pero en mis grandes celebraciones, no. Su teoría es que cuando estoy feliz tal vez no la necesite tanto como cuando estoy triste. ¡Vaya teoría la de ella!, pero aunque no esté de acuerdo, en algo puede que tenga razón. Entonces, partiendo de su actuar y su teoría, le propuse que pasáramos un día lejos del mundanal ruido que trae el diario vivir. Ella aceptó.
Si a los días le pudiéramos poner nombre, a aquel día yo lo llamaría: risas y confesión. ¿No les pasa que las cosas menos planificadas son las que les salen mejor? Una vez escribí aquí en STEEMIT cómo me gustan las personas y ese texto fue la recopilación de todas las virtudes y defectos, por qué no, de mis amigos. Reconozco que no tengo un millón como Roberto Carlos, pero los pocos amigos que tengo, son las personas más geniales del mundo. Mis amigos son los que abrazan fuerte, aunque estés sudado; lloran y ríen aunque le salgan arrugas; beben cervezas y comen carne porque no están pendientes de dietas; echan chistes aunque sean malos y cantan aunque no tengan voz para hacerlo. Sin que me quede nada por dentro: cuando estoy con ellos descubro que hogar puede ser un par de brazos.
La caja donde guardo mis más bonitos recuerdos tiene un rótulo que dice: Mis seres amados. La felicidad al lado de ellos ha sido interminable y más de una vez, esos recuerdos y esas personas me han salvado. Aquel día mi amiga se desahogó y lloró, pero también se rio, porque aunque suene cursi, a frase hecha y a bolero viejo: una pena es media pena, si se lleva entre dos. En Venezuela estamos viviendo una de las peores crisis que hayamos vivido. Familias separadas por la política, amigos enemistados por la política, personas enfermas por hablar tanto de política. La política la hemos llevado a la sala, a la mesa, a la cama, a los lugares más íntimos de la casa y hemos desterrados algunas cosas. La alegría o el buen ánimo, por ejemplo.
Yo creo que el lado bueno de los venezolanos sigue estando ahí, solo tenemos que recuperarlo, alimentarlo. Yo a veces me quejo, peleo y hasta digo que voy a irme del país, pero siempre me quedo con lo bueno y sé que aún hay cosas buenas aquí. Tal vez por eso aún no me he ido, tal vez por eso trato de ser feliz…
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