Terror

Cuando era solo una niña de primaria. A mis compañeras de clases y a mi, nos gustaba reunirnos en los recreos a contar historias de miedo. Los mejores días eran aquellos en que llovía mucho, no había mucha gente, y estaba un poco oscuro.

En mi escuela había ciertos lugares, que siempre comentaban que estaban embrujados, lo típico.
Había unos salones, que construyeron y nunca utilizaron, toda clase de historias había sobre ellos. Que habían matado a alguien en ellos, que se escuchaban voces. Que le energía nunca servía por los espíritus. Que pasaban cosas extrañas en ellos, un sin fin de cosas. Así como de otros lugares.

Era un colegio de monjas, con 80 años, donde hubo internas, monjas, curas; se daba para contar muchas cosas.
Una monja por seguirnos el juego, regó la historia de que hace unos 30 años, aproximadamente, un 16 de enero, una joven que cumplía 15 años, a la hora del recreo cayó de las escaleras y murió mientras cantaba. Supuestamente, cada aniversario, se escuchaban los cantos de aquella chica, y aparecía una mancha de sangre en el suelo.

También se regó la historia, de que una monja murió de forma misteriosa en los años 50, usaron los terrenos que estaban justo detrás de los salones que mencioné anteriormente para enterrarla. Casualmente, era el único lugar al que ni los alumnos de los últimos años podían ir. Nunca creció ninguna mata en ese lugar, bastante extraño en realidad.

Pero bien, estas son solo historias al azar, que todos contaban, que año tras año, generación tras generación se pasaba.

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Cuando estaba en 4to grado, me preparaba para mi primera comunión. Cada dos jueves los padres debían ir en las noches, a clases especiales para ellos, eran obligatorias.
La mayoría de mis compañeras y yo, los acompañábamos, y jugábamos en las canchas. Siempre había una monja supervisando de que no nos metiéramos en lugares extraños, pues, era un lugar realmente grande, y estaba oscuro.

Un día fue la excepción...

La monja que nos cuidaba había viajado, y no tenían más personal que nos supervisara. En un principio nos dijeron que nos quedáramos con nuestros padres en la reunión, pero se tornó un poco incomodo, por ciertos temas que estaban tratando. A la final nos pidieron que nos retiráramos.

Comenzó todo normal, nos metimos en algunos pasillos, entramos a salones, visitamos el terreno donde supuestamente habían enterrado a la monja. Todo normal.
Unas compañeras comenzaron a contar las típicas historias de miedo venezolanas; el silbón, la llorona, sara sarita. Algunas se pusieron a hacer bromas, y hacer sonidos, otras terminaron llorando de miedo. Pero luego todo terminó en risas. Hasta que a alguien se le ocurrió ir más allá.

Pocas sabíamos del asunto, un tal juego de "la ouija". Le seguimos la idea, no creíamos que fuera muy importante.
Buscamos una tabla, unos lapices y un vaso. Armamos el tablero como ella nos indicó.
Comenzamos a hacer preguntas al azar. Invocamos a la supuesta monja enterrada. A la chica que cayó de las escaleras. A familiares de algunas. Nada pasaba. Lo dejamos, y nos quedamos en el lugar.

Estábamos cerca de los salones ya mencionados.
Comenzó a hacer un poco de frió, pero no le prestamos atención, total, era diciembre.
De repente suenan unos golpes, seguidos de unos gritos de niños. Nos asustamos un poco. Pensamos que habían agarrado a alguien.
Al rato vuelve a sonar. Y se abren de golpe las puertas del salón. Los gritos salían de ahí.
Las luces comienzan a prenderse y apagarse. Todas corremos hacia la cancha.
Era el lugar más iluminado, cerca de los salones donde estaban nuestros padres y donde estaban nuestras cosas. Ahí no pasaba nada.

Vemos a lo lejos que aquél salón queda con las luces prendidas. No pasa más nada.
Estuvimos media hora alerta, nada ocurrió. Nadie salió de ahí, no hubo más gritos.

Algunas compañeras decidieron asomarse. Solo se acercaron a las puertas, se asomaron a lo lejos. No parecía haber nada importante. Terminamos todas averiguando.
A la final un grupo tomamos la decisión de entrar. Total, era pequeño, se veía completamente desde afuera. ¿Qué podía ocurrir?

Entramos 4. Revisamos todo. Pintamos en la pizarra. Nos sentamos en los pupitres. Lanzamos cosas.
Unas chicas cierran la puerta en broma. Una mala jugada, pues no se podía volver a abrir. La manilla estaba dañada desde siempre, solo funcionaba cuando se le daba la gana.

Se apagan las luces.

Dos compañeras comienzan a llorar. Gritan fuertemente. Las que estaban afuera se asustan. Tampoco querían provocar eso. Querían avisarles a nuestros padres, pero sabían que nos regañarían.

Nos quedamos medianamente tranquilas, tratábamos de ver como hacíamos para abrir la puerta. No podía ser tan complicado, total, antes se había abierto sola.
¡Carajoo/ Se abrió sola y nosotras ahí metidas.

Se cae el pizarrón. Detrás hay un mensaje que decía, no volverás a salir. Paz y bien.
Comienzan los golpes, los gritos, las luces titilan.
Una niña se desmaya. Las otras solo lloraban.
Yo de repente no supe que más pasaba. Todo desapareció.
Era como estar en la nada, no sentía nada, pero a la vez sentía todo. Era como existir y no existir, duró como 5 ó 10 minutos esa sensación. Luego se volvió terrible. Sentía frió y calor, que me apretaban, que me hablaban y gritaban.
Comencé a ver sombras, como si todo estuviera a lo lejos.
Me decían que venían a por mí, o que me quedaría. Me pedían que fuera con ellos, pero no sabía con quien.

De repente vi muchas cosas en mi cabeza pasar de forma acelerada. Como mi vida, pero el futuro.

Reaccioné, estaba sentada en las gradas.
Supuestamente había corrido hasta ahí. Habían logrado abrir las puertas y salimos.
Una compañera tenía varias cortadas en las manos. Otra tenía un golpe en la pierna.
Todas estaban llorando. Pero quedaron en no contarle a nadie lo ocurrido.
Yo realmente no sabía que decir, no entendía nada.

Aquella noche llegué con mucho sueño a mi casa. Mi mente estaba extremadamente cansada.
Soñé muchas cosas. Aquél día comencé a tener control de mis sueños. Aquél día un hombre me hablaba en mis sueños. Me dijo que había escogido el lado correcto.
No entendí y no presté atención.

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Fuente

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Sueños parecidos se repetían día tras día. Realmente eran más interesantes. Aunque me preocupaba ese hombre. No sabía quien era. No sabía porqué me hablaba siempre.

A las semanas, iba saliendo de mi casa, vi aquel hombre que corría hacía mi. Me atravesó. No estaba realmente.
Se sintió un frio terrible. No sabía explicarlo.
Esa misma semana tuve un accidente, y fuimos al hospital. Pasé con mi mamá por al lado de la morgue; en ese momento traían una camilla con un hombre sobre ella, estaba hinchado, deforme y mal oliente.
El enfermero se tropezó, y la sabana que lo cubría cayó.
Era él, el mismo que me acosaba todas las noches. El mismo que me atravesó días atrás.

Ese día volví a soñar con él.
Pero esta vez estaba en aquel salón de semanas atrás.
Golpeaba a una niña, la quería matar, lanzaba cosas, amenazaba.
Unas tijeras chocaron contra el brazo de una amiga, terminó herida, unos tacos golpearon a otra.
Llegó una monja, que jamás había visto, se enfrentó con aquel hombre.
Abrió la puerta, y le pidió a aquella niña que saliera del lugar.

Alguien se me acerca, me dice que podemos volver si le doy parte de mi. Acepto sin entender nada.
Corro a la cancha, y ahí desperté.

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