La orquesta sinfónica de la lluvia en el jardín del palacio interpreta brillantemente Por tus ancas. El delfín me tiene entre sus brazos y al compás del bandoneón va entrecruzando su ritmo entre las patas mías. Al mismo tiempo que la llovizna pellizca suavemente mi piel él pone sus manos sobre mis grupas haciendo saltar mi corazón a más de seiscientos mil kilómetros por hora.

Eres la más bella del universo, me dice, hueles a clorofila, rana mmm divina, al mismo tiempo que su lengua intraducible prueba con gusto mi piel verde esperanza, quiero tomarte en sopita de botella, me dice al oído. El tango se revuelca dentro de mí y mi cuerpo se hace caldo de pasiones en los brazos del principesco encantado.

Él, de elegante corbata, tiene los ojos rebrotados. Él me mira de forma (tan ta ta taaann) tan lasciva que los relámpagos se repiten en esta poza donde nos esposamos y las demás candidatas truenan en blanco y negro sus rabias mudas.

El galán primoroso se empapa de mi perfume de rana y ante la presencia del príncipe supremo las otras aplauden con rabia dramática retorciéndose de rencor, chapoteando en el charco de la envidia.