Cuando se es un intento de montañista, un novato, con la sola experiencia de haber ido al Ávila unas cuantas veces, hacer el curso de ByM es toda una expectativa, pero ir escuchando los cuentos de los guías sobre la experiencia de ir a “Mérida” a lo largo del trimestre, es algo que intriga, que motiva a experimentar y que alimenta la curiosidad.

Pero cuando ya estás haciendo tu bolso para el viaje, pagando la novatada con unos kilos demás, ya montado en el bus Caracas-Mérida, inevitablemente, la emoción es real.

El curso de ByM de Sept-Dic 2017 nos llevó desde el páramo de Gavidia a Pico Espejo (Estación del Teleférico de Mérida - Mukumbarí, 4765msnm) en 5 noches y 6 días, con aproximadamente 40Km de recorrido; sin duda, recorrer kilómetros o ascender montañas no fue el hecho, sino aquella magnífica aventura: la travesía, las risas, los paisajes, y los momentos memorables que vivimos de acampada en acampada.

Desde un punto de vista inexperto, he aquí un resumen de mi experiencia primeriza en un trekking largo, de aquello que reflexioné estando allá y de vuelta a casa, lo que me gustó y lo que me marcó.

Es un hecho que el montañismo es una disciplina que requiere de esfuerzo, condición física y voluntad. Es cierto que cargar un bolso de unos 18 kilos o más en subida puede hacerte odiar la vida, como también dormir con temperaturas bajo cero, con la brisa tan fría que quema respirar, y de lo mucho que asusta cualquier dolorcito de cabeza, gripe, o cualquier eventualidad fisiológica que al parecer te impide continuar.

Pero si algo se encuentra en la montaña son recompensas con sólo abrir los ojos, que sin duda aminoran la carga y aquellos infortunios que pueden pasar, es decir, habrán altos y bajos en la montaña, valles y cumbres, tanto literal como figuradamente.

Sin duda, la desconexión enamora: es darle pausa a la rutina, escapar de lo cotidiano, salir de la pesadez de lo ordinario y atreverse a conocer y fortalecer nuestros límites físicos y mentales. En cada paso que das hay una premisa: la idea de que hay obstáculos y son de esperar, pero quizás también la superación de estos.

Ir a la montaña es ser altruista. Se trata del esfuerzo, de la resistencia, de hablar, de respirar, de comer, de reír, de querer, de compartir…esas cosas bonitas e importantes de la vida: tus necesidades realmente inmediatas. La montaña te invita a reflexionar, te das cuenta de lo poco que necesitas para realmente ser feliz. En la montaña, no hay de otra que apoyarse el uno al otro, pues, tu equipo es tu familia.

Bajo estas condiciones, es casi inevitable no hacer conexión con tus compañeros de viaje y estar rodeado de tanta naturaleza y pureza eleva la calidad de los momentos, como compartir la emoción de presenciar cielos de ensueño, avistar los picos, la majestuosidad de las montañas, y compartir la alegría de simplemente estar allí.

El compañerismo es esencial al hacer montañismo. La excursión es la gente con la que compartes, y se trata de valorar ese vínculo y aprovechar al máximo cada momento.

De los muchos acontecimientos montañistas, decaer y sentirse mal es una posibilidad. Ahí es cuando el sentimiento de gratitud te acoge. No tiene precio que al caerte, te den una mano para levantarte, que te carguen parte de tu peso para recuperarte, que te compartan un chocolate, que te preparen una sopa caliente para aliviarte.

Simplemente, hay un sentimiento de apoyo genuino indescriptible, de hermandad, de necesitar saber que todos y cada uno vamos bien en el camino. De alentar la unión, de esperar, de tenderse la mano. Donde sea que se esté, uno es consciente de que no se está solo, y de lo mucho que aligera la carga un "¿cómo vas?". En la montaña, de cierta forma, todos dependemos de todos.

Innumerables son los momentos de alegría porque se goza sin titubear y dichoso es revivir la echadera de cuentos entre compañeros de carpa, hablar, reír, y conocerlos mejor. Recordar aquella gloria de las sopitas improvisadas con los restos de comida de la acampada anterior, de lo cómico que es planear las idas al baño (en conjunto); de lo divertido de hacer carpa casino, reírse a carcajadas jugando con cartas UNO antes de dormir, con una ronda de más de 10 personas en una sola carpa.

Saberse afortunado al recordar lo que es tener el clima a favor para avistar ciertos paisajes, disfrutar de cocinar en conjunto en una MRS, cocinar para tu grupo o lo mejor, que te cocinen: y que todo sepa a gloria, incluso una que otra combinación extraña que sólo surge de la índole improvisada de la gastronomía montañista. De lo bello que es "bochinchear" en el bus, entre amigos; que tus compañeros de carpa te preparen la comida cuando te sientes mal, sentir que se preocupan por ti, y tú por ellos. Que te consientan si tienes la suerte de cumplir años en la montaña y disfrutar de la satisfacción de un abrazo de equipo en la cumbre, cuando todavía no puedes creer que lo has logrado.

Para complementar la experiencia del curso, no se puede sacar del paquete a la ciudad de Mérida. Cómo dejar por fuera las birras en La Botana, el desayuno andino en el Mercado Principal y pasear en cambote por las calles gochas que se sienten turísticas, trabajadoras y amables.

Sólo queda despedirse de aquello. De recordar lo refrescante del agua de montaña, lo revitalizador del aire puro y lo emocionante de sentir la hipsografía en los pies con el Humboldt, La Concha, Bolívar, Espejo y muchos otros poniéndote a soñar. Queda la ilusión de revivir la experiencia con el vicio fotográfico y siempre, la esperanza de regresar.

Y de nuevo, la montaña es para echar cuentos, para ver las estrellas, para reflexionar, para descubrirse, para reír bastante. Pa' mentar madres también, de vez en cuando lo amerita, nada como la dicha de hacer catarsis en ella.

Me preguntaron qué me gusta de la montaña, apartando lo obvio del espectáculo de los paisajes es bastante difícil responder sin divagar. Algo que ciertamente amé es que siento que la experiencia te enseña a vivir, es decir, a convivir, a compartir y tolerar, a saber apreciar la calma y sobrellevar la calamidad, a valorar mucho más y a no tomar nada por sentado. Por experiencias así, no hay manera de no sentir una gratitud que te invade el pecho. Supongo que no necesariamente todos los viajes se disfrutan, pero para mí este fue EL viaje, una ruta inolvidable.

Si algún uesebista lee esto, la sede del Oikos está en Estudiantes: ¡Hagan el curso de ByM! No es una recomendación, es un deber: es hacerse un favor. Mi gratitud infinita para esta agrupación.

Hacer montaña es arduo y bello, al mismo tiempo. La montaña se disfruta en equipo y fortalece la amistad.