Una mirada al mundo real

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Ya han pasado más de cinco meses desde la última vez que me di la oportunidad de salir, con mi familia, de paseo en nuestro automóvil, que pronto llegara a la mayoría de edad.

En ese lapso, aproveché un rosario de excusas que, teniendo la ausencia del Lancer haciendo las veces de un dije, me dio suficiente, espacio de maniobra para sumergirme en una de las etapas más intensas de mi adicción al trabajo, ya casi al término de los 20 años que Dios, según los hermanos Grimm en una de sus fábulas más queridas para mí, le asignó al hombre para que viviera como un burro.

Pero también este tiempo, sumado a otros tantos momentos en los que el automóvil estuvo fuera de servicio por mi negligencia en su mantenimiento, me permitió abordar el transporte como lo hice desde que comencé a los 10 años a trasladarme, sin más compañía que Dios, hacia el colegio donde estudiaba hasta mis 33 años cuando finalmente compré el Mitsubishi.

Y esa experiencia en Maracaibo, la ciudad de Venezuela en la que nací, ofrece una visión caleidoscópica, al menos para mi, de muchas de las características que distinguen a mi coterráneos y de la difícil situación que Venezuela vive como país y que en los últimos 20 años ha provocado la partida de muchos venezolanos a otros países procurando mejores condiciones de vida.

Esencialmente hay dos medios de transporte público para cubrir, en mi caso, los casi 8 kilómetros que me separan del lugar donde trabajo: autobuses, mini o microbuses y los llamados carritos por puestos.

La mayoría de estas unidades se debieron fabricar en los años '70 y '80 del siglo XX.

En los carritos por puestos, el pasajero además del traslado lleno de golpes por la falta de amortiguación y el estado de las calles de la ciudad, llenas de agujeros y desniveles, recibe, impregnado en sus ropas el olor de la gasolina y del aceite de motor quemado, y el riesgo de rasgaduras más o menos graves en la tela de aquellas o en la piel por los innumerables resortes o piezas metálicas expuestas en la carrocería desprovista de cualquier material de revestimiento.

Los autobuses, en mejor estado que los carritos por puestos, ofrecen una dinámica muy particular que se resume en la presencia de un sobrecargo, llamado colector, que auxilia al conductor del vehículo en el cobro del valor del pasaje y que organiza espalda con espalda a todos aquellos pasajeros que entran al vehículo duplicando en la mayoría de los casos la capacidad de pasajeros viajando sentados y de pie.

Y ese viaje en autobús, es una mezcla de tradiciones, ritos, razas, dialectos, humores, olores y sabores.

En esa cinestésica travesía se producen a diario como mínimo peleas, y frecuentemente hurtos, vejaciones, roces de cuerpos sudorosos, accidentales o intencionales, que hacen que la temperatura se eleve un poco más que los 40° centígrados de sensación térmica.

Se ven las caras de trabajo y de sudor.
De gente de carne y hueso que no se vendió.
De gente trabajando buscando un nuevo camino, orgullosas de su herencia y de ser latinos.
De una raza unida, la que Bolívar soñó - Rubén Blades

Pero, como dice el Maestro Rubén Blades en "Plástico", también se ven la caras de esperanza y también la belleza de la mezcla de razas y de energías que al menos yo percibí en cada uno de esos viajes.

Hombres y mujeres esforzándose todavía en el otoño de sus vidas, adolescentes recién salidos del liceo saliendo de sus trabajos para ir al turno nocturno de los pocos centros de educación de ese nivel que todavía pueden impartir clases antes que la penumbra le de paso a la hegemonía de la delincuencia que ha hecho del país un espacio de guerra a muerte permanente.

Y a veces, todavía se escucha de la voz de alguien hombre o mujer, joven o adulto que le ofrece a una persona discapacitada o perteneciente a la tercera edad, la oportunidad de ocupar un asiento para sentirse, mutuamente, un poco más humanos.

En ese contexto, he pensado, reflexionado y agradecido a Dios la oportunidad primero de poder trasladarme, en momentos que el parque automotor, público y privado, del país ha caído brutalmente por la ausencia de producción de vehículos y de repuestos para cumplir el mantenimiento y en segunda instancia de protegerme durante la espera, el viaje y el recorrido a pie, durante la noche hasta llegar a mi hogar.

Y, especialmente a mi cuñada @neiraurdaneta y mi cuñado @rnunez09, la posibilidad de proteger a mis pequeños hijos de una exposición, muy temprana, a esta realidad tan hostil.

Y hoy, cuando el Lancer, resoplando, me permite ir al centro de comercial que nos acercó por un momento a la vida cosmopolita hace casi 11 años y en el recorrido de sus dos pisos de construcción verifico tal como lo hacia mientras rodaba dentro del autobús que el sector comercial y de servicios es casi un desierto, y que para comprarle a mis hijos los bolsos en los que quisiera llevaran al colegio sus útiles escolares debería trabajar al menos dos meses sin comer, atajo la derrota y el pesimismo y pienso en la lucha cotidiana de los padres que viajando conmigo en el autobús, no tienen otra opción que esperar que como diría el genial líder de la orquesta 440:

Ojalá que llueva café en el campo - Juan Luis Guerra

Aunque preferiría que fuéramos menos estoicos y conformistas y nos levantáramos orgullosos, resueltos y convencidos de nuestro potencial en la tónica que los Beatles nos invitaban a finales de 1965.

Nosotros, lo podemos resolver- John Lennon y Paul McCartney

We can work it out

Fuentes:

Imagen carrito por puesto como aparece en reportaje Estas son las condiciones de los carritos por puesto en Maracaibo publicado por el diario "Panorama" el 09-02-2015

Imagen autobús como aparece en reportaje Pasajeros arriesgan sus vidas para llegar a sus destinos publicado por diario "Panorama" el 10-02-2016

Vídeo aparecido en Youtube canal The BeatlesVevo