Hoy en los lunes de escritura de nuestra comunidad Steem Venezuela, les traigo un cuento, inspirado en los niños pescadores de mi querida Ciudad Bolivar. Las fotos fueron tomadas por mí este fin de semana en el Mirador Angostura.

Algunos lo hacen por tradición, otros para ayudar en las necesidades de su familia. Para todos los que amamos la tradicional faena de la pesca en el Orinoco, durante la feria de la Sapoara, les traigo este pequeño relato.

Juancho, el pequeño pescador del barrio La Alameda.

Agarró el anzuelo y el nailon, de dónde los había dejado preparados el día anterior con mucho cuidado. Así su abuela no se despertaría y podría salir temprano sin esperar el pan con guarapo, que seguro le haría para que comiera, y no se fuera a la calle con el estómago vacío. Respiraba con dificultad, pero casi no tosió durante la noche.

Gracias a Dios, de nuevo es agosto y puede ir a pescar con don Chuo, que vive en la esquina. El tiene su atarralla y su curiara. Además siempre que la tira, saca bastantes bocachicos, boconas o por lo menos algunos pijoteros. Esos no le gustan porque tienen muchas espinas, pero sirven para hacer un buen caldo, como el que preparó ayer la Señora Carmen, su vecina de al lado.Le quedó muy bueno, y eso hizo que la abuela se sintiera mucho mejor y durmiera tranquila toda la noche.

Antes de agarrar desde su barrio, hacia el Paseo Orinoco, se asomó por el zaguán de María, la empanadera, que ya estaba preparando todo para montar el puesto, y le gritó que ya se iba, que por favor le echara un ojo a la abuela de vez en cuando. Estaba seguro de que a la tarde traería unos cuantos pescados y algo de dinero, ya que está llegando bastante gente a la feria, para comprar lo que el río generosamente les trae.

Ella le dijo que no se preocupara, que más tarde, cuando no haya tanta gente pidiendo desayunos, ella le lleva una empanada de pollo que tanto le gustan a su abuelita.

Agarró por el Zanjón para cortar camino. No le gusta pasar por allí porque siempre están los chamos mala conducta, fumando. Que bueno que es temprano y no se ve nadie por ningún lado.

Seguro están durmiendo la borrachera de anoche. Cada vez que pasa lo invitan a fumar, pero su abuela y los vecinos le dicen siempre que no se junte con ellos. Que esa no es una buena compañía.

A cada rato le recuerdan que tiene que estudiar para ser alguien en la vida. Que es muy inteligente, y puede terminar su bachillerato. Eso sí es verdad. Le gusta mucho estudiar y saca muy buenas notas en el liceo, donde acaba de pasar para segundo año de bachillerato.

Todas las profes lo felicitaron y su maestra de sexto grado está muy orgullosa de él. Ojalá ya estuviera en quito año! Esos ya se graduaron y pueden trabajar.

Cuando llega al Mirador, ya el Señor Chuo está tirando la atarralla y tiene un balde lleno de bocachicos. El prepara su anzuelo y le pide algunas tripas a los que ya están componiendo y relajando los pescados, para la poca gente que hay a esa hora de la mañana. Seguro que ya a las diez el paseo va a estar lleno. Unos que vienen a pasear y otros a comprar.

Una vez que consigue algo de carnada, empieza a tirar el anzuelo, mientras espera para ayudar en sus labores a todo el que lo necesite.

Seguro le dan unas buenas propinas por componer el pescado o vender las bolsas que le da el turco para que se ayude. El todos los día pasa por su negocio y hace algunos oficios para llevar algo a la casa. El turco sabe que el es serio, y no anda con esos fumones de allá abajo.

Además, nunca se agarra algo que no le den. Eso se lo enseñaron su abuela, y su mamá antes de morirse. De eso hacen ya dos años, cuando todavía estaba en primaria, pero cuando piensa en ella, se le hace como un tarugo en la garganta, y los ojos se le ponen aguados.

Después de un rato, ya el sol está demasiado bravo. Y eso que no es medio día. Siente la cabeza pesada y mucha hambre.

Lo bueno es que de la venta de las bolsas, le quedaron 20 bolos. Se va hacia el puesto de tequeños y pide dos, con un guarapo de papelón con limón bien frío. La chama le recarga el papelón dos veces porque lo conoce del liceo.

Ella estudia dos años más que él y es novia de un chamo que tiene moto y la va a buscar al liceo. Nunca lo saluda. Ni lo mira!

Pero hoy le sonrió y le pregunto si quería más papelón. Claro que quería!

El señor Chuo ya vendió dos cavas de bocachico, lo que queda es para la casa. El también pescó algunos que puede vender por su cuenta a algunos vecinos. Con eso completa las medicinas que le mandaron a la abuela para que se mejore.

Cuando va a recoger el anzuelo, que le prestó a su amigo El Chato, para que agarrara algo, encontró a la señora Carmen hablando con don Chuo y el turco. Cuando ella lo vió, se puso a llorar, igual que cuando se murió su mamá. Don Chuo le dice que la abuela se puso mal y se la llevaron de emergencia al módulo del 171, pero de allí la mandaron al Ruiz y Paez.

Quedó paralizado por un escalofrío, que le recorrió la columna vertebral.

Ahora sí estaba solo! Su abuela tampoco regresaría de hospital!

No le dijeron nada. Entendieron que ya lo sabía. Cada uno lo abrazó y le dijeron que no preocupara, que ahora ellos eran su familia.

Fin.

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Está ha Sido mi participación en la dinámica, de los lunes de escritura. Espero les agrade este pequeño relato.

Soy @patidelc1207

Hasta una próxima oportunidad.

Todas las fotos son de mi propiedad tomadas con mi teléfono Blu G50 Mega. El contenido es totalmente original.