El sendero prohibido. Parte 3. Quien no teme.

Saludos queridos amigos de la comunidad de Steem Venezuela, es un gusto saludarles, desearles éxitos y bendiciones desde el lugar en que se encuentren, además de agradecerles por el tiempo que se toman para leer estas líneas, las cuales les escribo con cariño.

Hoy en este lunes de escritura, quiero relatarles una nueva historia, cuentos de senderistas que siempre rayan dentro de las cosas entre la realidad y la ficción. Espero que les guste.

La práctica de rituales y magia era muy común entre los excursionistas de la época de los 80, la mayoría de ellos eran los llamados"rockeros", personas con gusto por este estilo musical y toda la mitología y cuentos que ellos contenían.

Unos amigos una vez me hablaron de un grupo que tenía la costumbre de invocar espíritus a través de la ouija, a quienes le hacían preguntas y solicitaban consejo para obtener aquello que deseaban. Ese tipo de prácticas la hacían en senderos apartados, no aptos para acampar, o en lugares permitidos pero poco frecuentados.

En una excursión a la Zamurera, estaban bastante pasados de tragos, decidieron entonces sacar el tablero de madera para invocar a cualquier espíritu que se encontrase cerca de ellos. Me cuentan que el llamado fue respondido casi de inmediato, por una entidad muy particular, ella decía ser el demonio y ser una entidad maligna.

Quizás por miedo, o por el efecto del mismo alcohol, los jóvenes se burlaron, el más atrevido de ellos afirmó no tenerle miedo al demonio y escupió el tablero ouija. Lo que sucedió después no sé qué tan cierto sea, pero cuentan que la neblina lleno el lugar de repente, no se veía absolutamente nada, apenas algunos objetos a escasos metros de distancia. Los jóvenes decidieron dormir para regresar a Caracas al día siguiente.

En la mañana parecía que hubiesen cambiado las cosas de sitio, entre la niebla y la humedad parecían haber borrado los senderos, habían olvidado por donde llegaron al sector, sin embargo al ver la estación de guardaparques, recordaron que por ahí podían llegar a la entrada de Gamboa y salir a San Bernardino.

El bosque se sentía más espeso de lo normal, no sabían si era la resaca, o si la vegetación de alguna forma estaba consciente, jugandoles alguna travesura por su comportamiento de la noche. Lo cierto es que un trecho que se recorre en un par de horas, se había hecho tan largo que habían pasado cuatro horas y no estaban ni cerca del camino de concreto que te lleva a la entrada.

Una chica que se encontraba dentro del grupo recordó lo de la noche anterior y comenzó a rezar, por varios minutos sólo recitaba padres nuestros y aves marias, de alguna manera el camino parecía aclararse. Ya en vía hacia la entrada, paro de rezar y le reclamó al amigo que dijo no temerle al demonio, a lo que él se rió a carcajadas. Ella se santiguo y prefirió tomar distancia de su acompañante.

Divisaron la cota mil en la distancia, ya era de noche, por lo que iban a tener que salir por la autopista, al estar la reja de la entrada cerrada. El joven que decía no temerle al demonio tomo la delantera, venía vociferando improperios contra sus compañeros, por tener esas creencias. Los muchachos tenían miedo, un temor incomprensible, de esos que te vienen pero no sabes porque.

El joven saltó a la autopista, haciendo gestos vulgares con sus manos se burlaba de sus compañeros, mientras caminaba por la autopista. De la nada, un vehículo del que me cuentan era negro con vidrios oscuros, se presentó a gran velocidad, arrollando y acabando con la vida del muchacho en el acto.