Huellas trascendentales /Mi hermoso Uziel

Esta es mi entrada al concurso de huellas trascendentales. Y aprovecho para invitar a @adc2017 @joseliz y @cive40.

Quiero hablarles de mi pequeño hijo varón, el que llegó y se fue sin dejarme abrazarlo, pero me enseñó tanto. Me abrió los ojos ante una realidad que no había vivido y que me hizo más fuerte.

Salí embarazada de mi tercer hijo cuando mi pequeña Abigail tenía un año y medio, fue bastante confrontador, claro que quería un varón, pero mis dos primeros embarazos fueron muy difíciles. Lloré mucho al principio, me lamenté, porque amo la maternidad, sin embargo, sentía que era muy pronto para que llegara otro hijo. Además de que medicamente era imposible quedar embarazada, ya que estaba en tratamiento por causa de una lesión que me había quedado del último parto

Este embarazo fue distinto, casi que perfecto, no tuve complicaciones, salvo por la varice interna del útero que se me había inflamado y me causaba dolor al caminar, pero comparado con los otros dos, fue una maravilla, no hubo nauseas, pérdida de líquido, siempre estaba en buena posición. Ver a las niñas despertar y hablarle, decirles cuánto deseaban que llegara era hermoso.

Así se fueron rápido los meses, pero dos cosas me había hablado el Padre, una antes de quedar embarazada y la otra durante los primeros meses: El me fortalecería y habría muerte. No me angustia, no le temo a la muerte, pensé que hablaba de mí, así que procuré no poner mi mente en ello. Pero finalizando el embarazo, esa sensación de que era inminente lo que el Señor me había hablado, era más fuerte.

El jueves 07 de octubre de 2021, me correspondía la penúltima consulta, entramos los cuatro juntos, generalmente no llevábamos a las niñas, la doctora lo evaluó y dijo: "Tiene una vuelta del cordón". Pero luego siguió la evaluación y no volvió a mencionarlo. Luego captó una imagen de su carita que era literalmente como si nos estaba sonriendo, fue tan bello y todos la pudimos ver.

Salí de la consulta, ya tenía buen peso, estaba previsto que la cesárea fuera el 15/10. El viernes 08, en la noche, hicimos nuestro altar familiar, al terminar, las niñas se quedaron con Jorge, yo me fui al cuarto, empecé a conversar con Uziel mientras me acariciaba la barriga, él empezó a moverse muy fuerte y luego, se quedó tranquilo. Me acosté. Y, sorprendentemente, tenía energía al levantarme, eso no es común los días cerca del parto. Además de que dormí prácticamente toda la noche.

El sábado sólo sentí pequeños movimientos, le escribí a la doctora y me dijo que esperara tranquila hasta el lunes que ella me atendía en su consultorio privado. Ya el domingo estaba muy preocupada, pero Jorge llegó del servicio al mediodía, le expliqué, él le habló y sentí un pequeño movimiento, eso me calmó un poco. Pero luego, siguió igual. El lunes le escribí temprano, ella llegaría cerca de las nueve, me dijo que mientras comiera dulce y tomará café para activarlo, pero nada pasó. Bajé, la esperé un poco, atendió a otra paciente que estaba antes que yo y ya tenía los nervios acelerados. Cuando pasé, me puso la sonda de una vez y el bebé no tenía frecuencia cardíaca.

Me fui con ella al otro consultorio donde tienen una máquina de ecografía doopler, y corroboró la información. Tomó mi mano y me dijo: "Lo siento Mari". Yo dije: "Padre, si es tu voluntad que Él viva, haz un milagro, sino, ayúdame." Me levanté, le pregunté a la doctora: ¿Qué hago? Me dijo: Vamos al hospital. Llamé a Jorge para que me llevara las cosas y caminé con la doctora al hospital que queda en frente.

Estando en el hospital, esperando que me atendieran, empecé a cantar: "Mi corazón confiado está porque yo te conozco y en medio de la tempestad, nunca estoy sola, puedo tu silueta ver en medio de la niebla, tu Gracia es suficiente en mí si el mundo tiembla..." Es una canción hermosa y surgió de mí como naturalmente, cuando abrí los ojos, las mujeres que estaban alrededor de mí estaban llorando.

Recuerdo toda la experiencia como si fuera ayer, aunque ya casi han pasado tres años, cuando lo tuve, las enfermeras, dirigidas por mi prima que estaba ahí conmigo durante todo el proceso de dilatación (Fue fuerte por las malas condiciones del hospital), se lo llevaron de una vez, pero rogué hasta que me lo trajeron con la condición de que no lo tocara. Era hermoso, una mezcla de las caritas de mis dos hijas, con una cabellera abundante y las pestañas enormes, gordito, pesó 2800gr. No pude estar en su entierro, lo hizo mi esposo solo, ambos lo decidimos así, porque a mí aún no me hacían el legrado, debía esperar mi turno en el quirófano y eso fue hasta el martes a las 6pm.

Su huella es indeleble, me enseñó a agradecer, pesé a las circunstancias, pero la enseñanza que más valoro y que me dio un conocimiento hermoso de mi Padre, es que me envió a su Santo Espíritu, no sólo para consolarme, sino para guiarme a toda verdad. De una u otra forma me estaba preparando y me fortaleció de una forma impresionante. El dolor de la pérdida física de mi único hijo varón, trascendió en un Amor inquebrantable por la persona de Yeshúa.

La gente tiende a culpar a Dios de sus desgracias, pero son inevitables en este plano natural, al estar cerca de Él podemos ver desde antes lo que podría acontecer y su compañía nos capacita para soportarlo todo.