El Ministerio de Elecciones anunció que en 5 minutos ofrecería el primer reporte de los resultados de la contienda electoral. La palabra “contienda” me ubicó en lo fuerte que fue la campaña electoral y la lucha que mi equipo y yo como su candidato vivimos.

Durante meses, había confiado en la campaña que mis asesores diseñaron. Las encuestas me mostraban como favorito. Claro nunca me engañe con creerme desde ya el ganador. No entré en triunfalismos, pero las cifras nos decían que la intención de voto del electorado estaba a mi favor y que saldría victorioso.

Sin embargo, la realidad fue otra. Tras el anuncio de los resultados oficiales confirmando que mi contrincante obtuvo el 51% de los votos, mientras que yo apenas logré superar el 44% y que salí derrotado, me sumergió en un torbellino de emociones.

La frustración se apoderó de mí, la sensación de derrota fue insoportable, sentí un profundo dolor, la rabia surgió desde mis entrañas y sentí que debía lanzarme en un ataque contra el candidato vencedor. Quería culparlo, quería desacreditarlo de que cometió fraude, que me había robado los votos, quería encontrar cualquier excusa para justificar mi derrota.

Quería salir corriendo a reclamar la injusticia cometida en mi contra, fui a alistarme, a tomar un respiro para comenzar mi lucha contra el ganador. Entonces, tomé aire, me vi al espejo y aspiré la realidad, tal y como estaba sucediendo, sin resistirme a ella. Respiré libremente.

Perder las elecciones no significaba que yo fuese un fracasado. No, el resultado que obtuve fue que el contrincante me superó en número de votos, y eso me frustra. Pero, frustrarme me abre la puerta a experimentar sentir mi dolor, mi rabia, mi desilusión, a aceptar lo que pasó y soltar aquello sobre lo cual no tengo control.

Junto a mi equipo dimos lo mejor de nosotros mismos en la campaña, luchamos por nuestros ideales y llegamos cerca. La derrota me duele, nos duele mucho todavía, pero sanaré, sanaremos. Y llegará la paz.

Perder, duele y a veces da rabia, pero eso fue lo que sucedió.