Finalizado el partido, todo un país quedó en silencio. Una persistente tristeza invadió el corazón de sus habitantes. Sentados, allí donde hace apenas un rato, todos celebraban juntos como uno; de pronto, se les hizo trizas un sueño que estuvo tan cerca de cumplirse en la realidad: ver a su amada selección de fútbol triunfar en la Copa América.

La derrota 4 a 3 en penales ante la selección de Canadá dejó un amargo sabor en su alma. La frustración se instaló en cada pecho, pesada como una enorme piedra de mármol. Cada fallo, cada error en aquel fatídico encuentro reverberaba como un eco en sus mentes, querían echar las culpas a alguien.

Pero, a medida que se miraban unos a otros, se dieron cuenta que buscar y encontrar culpables, no los ayudaría esta vez. Con lágrimas, luchando por salir de sus ojos, se dieron cuenta de que había que vivir la frustración (otra vez). no era algo que debía reprimir o ignorar, sino más bien algo que debía abrazar y comprender.

Allí mismo, donde estaban, cada habitante del país, entró en el silencio de su alma, dándose el permiso sentir cada emoción. Se sumergieron en la tristeza, dejando que fluir libremente las lágrimas por sus mejillas, y desde lo profundo de la historia reciente una idea empezó a germinar: “Nuestro equipo lo hizo bien”. Experimentar el dolor de la perdida, les permitió ver al equipo vinotinto sin juicios, sin reclamos.

Venezuela comenzó a comprender que una derrota en el fútbol no definía su valía como equipo. Reconocimos que la verdadera esencia de su pasión radicaba en el amor y apoyo incondicional que sentía por su selección.

Y esa sensación dio paso a una nueva perspectiva. Todo el país encontró consuelo en el simple hecho de haber sido testigo de la valentía y determinación de su equipo, de sus logros, de haber llegado hasta donde llegó, que no son solo 11, son casi 40 jugadores de nivel profesional.

Y todos, pasando la rabia y secando las lágrimas de dolor, alimentados por la esperanza, por el nivel actual de su selección de futbol, empezamos a confiar en que, en el futuro cercano, habrá nuevas oportunidades para triunfar.