Llegaron a una entrada en la selva, y coincidieron con muchos otros migrantes que se adentraban hacia la selva. Muchos eran de su edad, pero también había ancianos, y lo que más le dolió fue ver a madres con hijos de muy tierna edad. El llanto de los niños se sumó al canto de las aves y el aullar de los monos.

Pero también no faltaron la risas e historias que escuchaba de aquellos que tenía cerca. Fueron casi 8 días de mucho calor en el día y frío por la noche. Mosquitos de tamaño de colibrí, y otros tan pequeños que de metían por los oídos y la nariz.

Faltaba el agua potable. Cuando se acabaron los pocos víveres que cargaban, Jose el coyote, les daba de comer al amanecer para agarrar fuerza y al acostarse para reponerla. Escuchar cantos humanos a lo lejos, le dijo que se acercaban a la aldea “Come Gallina”

“Allí, Jose les puso en contacto con un indio, para alquilar 2 piraguas, pues en una solo cabían dos pasajeros, sus pocas pertenencias y el conductor de la misma. Sebas y Juan iban en una, Jose y Carlucho en la otra, delante de unas 8 piraguas más.

Entonces lo inesperado, de repente, se desbordó una tormenta y más atrás una crecida del caudal del rio, la piragua donde iba Sebass se volteo, arrojando a sus tres tripulantes a la crecida. Sebass vio que Juan pudo tomar la mano del indígena, pero El no tuvo la oportunidad, la corriente lo arrastro más y más lejos del grupo que sin éxito intentaba darle alcance.

A lo lejos, Sebas escucho la voz del coyote, que decía: “busca la orilla” “agárrate de las lianas de la orilla”, pero el cansancio, el sueño, sentir el beso de Carmen, su primera novia, el recuerdo de la sopa de su mamá, su hermanito menor, hasta su padre con quien nunca tuvo una conversación de padre a hijo, comenzaron a pasar por sus pensamientos, unos detrás de otros mientras se hundía en un mundo de sueños, en los que se veía llegando sano y salvo a Estados Unidos, después de casi 20 días a través del Darién.