En un viaje reciente a la ciudad de Mérida, subiendo desde Chachopo hacia el Páramo de La Culata por la carretera trasandina, tuve una visión interesante al conocer los “nacientes” esos afluentes o cabezas de agua que desde lo profundo de la montaña surgen en las alturas de sus picos.

Desde el asiento de copiloto, se ven como largos trazos blancos, por la fuerza y rapidez que llevan, buscando caminos para unirse , descender y llegar a un río o al mar.

La experiencia fue única para mí, casi que trascendental pues me conectó con la fuerza y los ciclos dela vida. Tiempo después escribí esta historia, identificándome con un naciente. Acá se las comparto:

Nazco en las alturas de la Sierra de La Culata en Venezuela, me llaman “naciente”. Mi origen se da en las profundidades de la tierra, desde donde tomo impulso subo y veo la luz del sol en las alturas.

Allí comienzo a abrir mi camino, hendiendo la tierra, siguiendo un llamado ancestral; ven, ven.. dirigiéndome hacia el mar. Me voy encontrando con otros “nacientes”, otros hilos de agua que igual que yo fluyen en busca de un regreso.

Nos trenzamos, unimos fuerzas, allanamos el camino, nuestro camino, ya como un río, de agua frías de los andes, agua pura, cristalina, prístina. E iniciamos el descenso de las montañas humedeciendo la tierra que nos lleva hacia el valle, hacia el mar.

Algunos campesinos, abren surcos y desvían nuestras aguas llevándola a cultivos que quedan lejos del curso del río.

En el trayecto se nos van uniendo vidas nuevas, primeros minúsculas algas, aparecen peces que buscan protección de los peces más grandes para su desove; pequeños camarones y crustáceos.

Comienzo a ver niños que disfrutan chapoteando en las orillas; nadando y sumergiéndose hasta el fondo; otros nos caminan un rato con nosotros, conversando.

Veo adultos que llegan y lanzan anzuelos y redes, me siento útil al colaborar con ellos en el encuentro con su sustento.

Seguimos el trayecto tomando velocidad al comenzar a descender, al saltar y correr entre las piedras me recargo de oxígeno, me rejuvenezco. La velocidad, el batir de la espuma, los fragores de las aguas me impulsan a dar el salto.

Me lanzo hacia abajo en una caída de 9 metros, formando una cascada de aguas cristalinas en movimiento, caigo libremente, disfrutando. Soy libre, me uno al viento, y a la tierra haciendo camino en ella. Doy vida, doy salud, doy tranquilidad, reposo, disfrute.

Soy el río que busca, una búsqueda de su cauce, quiero dejando mi huella, buscando a Dios.