Sobrevivo por pura ansiedad

Conocí el sentimiento de la ansiedad desde joven, durante mis experiencias deportivas. Tenía solo diez años cuando comencé a practicar deportes a nivel competitivo, y pronto esa sensación de nudo en el estómago se convirtió en una compañera constante. Recuerdo en particular una competencia en la que mi entrenador repetía que debía lograr un cierto resultado para ganar un premio muy deseado para el equipo. Tenía solo quince años y esa presión me creó un profundo sentimiento de inseguridad, sabiendo que podía fallar y decepcionar a los demás. La competencia salió mal y no ganamos el premio. Todavía hoy me lo recuerdan, aunque en tono irónico, a pesar de que han pasado 35 años. Sé que no fue mi culpa, sino del entrenador que no supo prepararme adecuadamente. No guardo rencor y no me siento culpable, pero desde ese día, cada vez que tengo que manejar situaciones en las que están involucradas otras personas, la ansiedad crece dentro de mí.

La sensación incómoda comienza con un aumento de la salivación, las manos se ponen sudorosas, la temperatura corporal sube, la respiración se acorta y el nudo en el estómago se aprieta. Para manejarla, trato de tomar respiraciones profundas, escuchar música o hacer otras actividades que me distraigan. Hoy, la ansiedad se manifiesta sobre todo en mi trabajo: una cita importante, una presentación, la organización de un proyecto con plazos precisos. El período de ansiedad dura hasta la conclusión del compromiso. De joven, enfrentaba las competiciones más importantes con la meditación trascendental, que me brindaba grandes beneficios. Hoy practico menos esta disciplina debido al tiempo frenético, pero he aprendido a convivir con ella.

Creo que no es correcto pensar en eliminar la ansiedad o considerarla una enfermedad. Claro, hay casos más complicados, pero si no se acepta este sentimiento puede volverse difícil de manejar y convertirse en un problema patológico. Debo admitir que si no sintiera ansiedad por las cosas que hago, no alcanzaría ciertos objetivos. Si sientes ansiedad, significa que te importa lo que haces. El único remedio es afrontarla, entender cómo gestionarla y dedicarse a lo que la provoca.

Una situación que no puedo manejar es hablar en público. He tenido que renunciar porque se vuelve inmanejable. Me siento más cómodo hablando con un grupo reducido de personas, dos o tres como máximo. Hoy delego si tengo que hablar ante un público más amplio, y sé que esto puede ser limitante, pero no puedo manejarlo.

No tengo consejos para evitar sufrir de ansiedad, porque no creo que haya una manera de evitarla. Claro, deben ser personas sensibles para sentirla. Si pueden, quítense su sensibilidad, de lo contrario aprendan a convivir con ella y a hacerla su amiga. Puede ayudarlos a ser mejores y a evitar situaciones incómodas.