Una carta de amor al SBD / No me importan los cuernos. Bienvenida a casa

Querida Sandra Bartola Domínguez (SBD):

No existen palabras para describir la inmensa felicidad que estoy sintiendo porque al fin decidiste regresar a mi lado. De verdad que mi corazón no cabe en todo el cielo que arropa el vecindario y todo lo veo bello y todos los sonidos me parecen la música de la más dulce de las canciones.

Ya sabía yo, mi adorada SBD, que te habías fugado a mansalva por allá por el norte con el tal Mencho y que esa temeraria aventura que emprendiste te iba a resultar en una mera pérdida de tiempo.

No me digas nada, porque ya me echaron el cuento. Llegaste junto al Mencho en el vuelo de los deportados. ¿Qué más se puede esperar de andar con un sujeto que lo único que sabe es ir en una moto arrebatando carteras y teléfonos celulares? ¿Qué clase de personas son las que se van a otro país a dedicarse a la misma maldad que siempre han practicado en Venezuela? Y lo malo es que eso perjudica a los ciudadanos de bien.

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Pero, no importa. El amor no es egoísta. El amor siempre perdona. Mi mamá dice que yo soy un menso, pero yo veo la vida de otra manera. No me importa lo que me dicen que si de ahora en adelante comeré de lo mismo que comió el Mencho; que si no me da cosa que ese tipo es bembón y sin dientes. No sé por qué la gente tiene tantos rollos en la cabeza.

En el fondo, yo sé que tú eres buena. Y la mejor sazón de las arepas y empanadas la tienes tú. Nuestro kiosko de la esquina se pondrá a valer y entre los dos saldremos adelante, sin necesidad de huir por los caminos verdes hacia tierras extrañas.

Por eso, SBD, tengo la sospecha de que nos vamos a querer toda la vida y que de ahora en adelante le vamos a ver el queso a la tostada.

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