Mis mayores virtudes

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Los últimos tres dígitos de mis Steem Power (SP) me llevaron a las palabras que, a continuación, desgloso como parte de mis virtudes. Las bondades que encierran cada una de ellas se encuentran, en mayor o menor grado, en la manera de asumir el mundo en que me encuentro, al menos dentro del ser humano ideal que pretendo ser, ese que quiere trascender de buena manera, sobreponiéndose a sus inevitables defectos.

Justo

Desde muy pequeño, mi adorada madre, a mí y al resto de sus hijos, nos enseñó a ser justos. Jamás percibimos en casa predilección por alguno en particular, ni para las cosas buenas ni para el castigo corrector, ya que la equidad era uno de los principios observados con mayor rigurosidad, lo cual debía ser, por supuesto, lo más aconsejable ante aquella numerosa prole. A lo largo de mi existencia, entonces, he procurado mantenerme apegado a esas directrices para evitar parcialidades o favoritismos que me ubiquen en los predios de la deshonestidad.

Con mis hijos me he desenvuelto siempre atendiendo los ecuánimes parámetros de la justicia; y en mi rol de docente, con los alumnos, manejo con estricta objetividad las normas que desde el primer día de clases se dictaminan con el propósito de que, ante ninguna circunstancia, unos resulten mejor favorecidos que otros. Cualquier decisión que no se encuentre contemplada de antemano, además, debe ser equitativa para cada uno de los estudiantes.

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Creativo

Me encanta escribir y para llevar a cabo esta actividad, es preponderante la creatividad. Para analizar un texto, para componer un poema o redactar cualquier relato que valga la pena, es muy necesario apelar a la imaginación, buscar una forma novedosa de plantear las cosas, de presentar una situación, ya que nada logramos con repetir lo que ya tantas veces se ha dicho. Los más grandes exponentes de la literatura, por ejemplo, se sienten incómodos cuando deben redactar esos textos que ya tienen un formato preestablecido, como las circulares, los oficios o los informes, debido a que no les ofrecen margen para la originalidad.

El problema radica, sin embargo, en que pretendemos decir algo nuevo con las mismas palabras de siempre y que, además, los grandes temas de la vida no pueden variar: el amor, el odio, la muerte, el desengaño, la esperanza y otros semejantes. Algunos teóricos, incluso, aseguran que no existe ya ninguna idea original en este mundo, todo ha sido dicho, de una u otra manera. No me queda, por lo tanto, más remedio que confesar que intento ser creativo, sin embargo, nunca he estado seguro de lograrlo.

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Paciente

La paciencia es una virtud que me caracteriza, aunque existen circunstancias en las que no puedo hacer gala de esta condición. No me desespero ante las situaciones que, por su naturaleza o porque así lo requiere un determinado proceso, necesitan de un tiempo prudencial para que se materialicen y estoy consciente de que, debido a alguna eventualidad, pudiesen tardar mucho más de lo que pensamos en un primer momento. Es decir, son cuestiones que se escapan de nuestro control y somos incapaces de dominar cualquier contingencia imprevisible que surja.

Soy impaciente, sin embargo, ante la irresponsabilidad. Esperar, por ejemplo, a una persona que por su negligencia no se presentó a la hora acordada, me inquieta y lo considero indignante, no lo puedo evitar. Así mismo, me desazonan los seres humanos que quieren aprender algo en los momentos menos indicados, cuando se necesita rapidez para realizar lo que está previsto. Son esos individuos que son inexpertos, pongamos por caso, para escribir en una computadora y quizás nunca se han preocupado mucho por eso. Pero en los instantes en que se necesita de manera urgente transcribir un texto, ellos quieren hacerlo para practicar, para saber si de la noche a la mañana se han vuelto unos expertos en el asunto… Ante casos así, me impaciento de más.

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Invito a los amigos:
@neridas,
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@nathalidelgado