Le costó trabajo levantarse, por sus recuerdos fluía una historia vacía, sin fechas, sin lugar, solo recordaba la sombra de la peste que asoló la ciudad y la cantidad de personas huyendo hacia las montañas, luego vino esa mirada lacrimosa que le quemaba al sentirla sobre la piel llagada, había fuego en esos ojos. Recordó cómo le fue colocando vendas por todo el cuerpo luego de ungirle un raro líquido.
No podía moverme, me había inmovilizado para facilitarse el trabajo de cubrirme con las vendas, lo último que cubrió fueron mis ojos, quise gritar, pero el calor del fuego era insoportable, aun así, escuché su último grito, maldiciendo mi estadía sobre la tierra, luego caí en un abismo, como si las entrañas del infierno me tragaran.

—¿Seguro que es por aquí Rossi?
—¡Mira! Aquí tengo el mapa, lo dibuje luego de una de mis pesadillas.
—Esto es absurdo, ¿sabes cómo los aldeanos llaman a este sitio? la ciudad de las momias, nadie se atreve a contar la historia, temen que esos monstruos salgan de nuevo.
—¿Qué monstruos?
—Las momias…
—Pero si son muertos y de aquella peste nadie sobrevivió.
—Si tú lo dices, yo debo estar loco por ti, por acompañarte; este lugar da escalofríos.
—¿Tienes miedo Juan?
—Sí, no lo voy a negar…
—¡Mira aquí! esta mancha indica que estamos en el lugar correcto.

No podía controlar sus pasos, aunque las vendas ya raída habían dejado sus ojos descubiertos, por donde dos cuencas vacías se perdían en la oscuridad. Recordó que él pudo salir una vez y vio otros seres igual a él, deambulando por los alrededores de las casas convertidas en escombros y aquellos que lograban encontrarse, se despedazaban, yo pude emitir un sonido que enloqueció a todos y la tierra se movió tan fuerte que abrió grietas y nos terminó enviando de nuevo a las sombras.

—¡Aquí hay una entrada, trae el pico!
—¿Donde? Es como un boquete en un techo…
—La ciudad debe estar ahí, abajo, mi abuela me habló de un lugar en las sombras, dijo que tenía que eliminarla de nuevo.
—Tú y tus sueños, ¿ahora qué vamos a hacer?
—Cavar, hasta que podamos realizar la misión encomendada.

Debo encontrar de nuevo la salida y sabrán quien soy y todo el daño que puedo hacer, te demostraré mujer de Aarón que mi misión es superior, yo soy la peste. Oigo ruido, las sombras no pueden ser, creo que se acerca mi hora, volveré sobre la tierra.

—¿Puedes ver algo?
—Es el interior de una casa, hay algunos pasillos.
—Te dije que mi abuela tenía razón, esas pesadillas son mensajes, sé que esto ocurrió en tiempos remotos, debo tener alguna descendencia con alguien de esas épocas antiguas, es difícil de creer, pero en los ojos de mi abuela se reflejaba otra mirada, otra voz, luego todo era fuego y gente quemándose, gritando, es horrible.
—¿Vamos a bajar solos ahí?
—Tenemos que hacerlo, los aldeanos se negaron a venir.
—Dicen que este lugar esta maldito, solo trae desgracias.

Pudieron abrir un boquete más grande, sacaron sus linternas y se dispusieron a entrar, ella entró primero como impulsada por una fuerza interna, él, se aseguró de llevar un arma, la revisó y luego entró.
—¡No veo nada Rossi!
—¡Enciende la linterna! ¡Mira! Iremos por ese pasillo.
—¡Oigo voces!
—¡Estas asustado!

Ya vienen, es mi hora de regresar, barreré todo, el mundo sabrá de mi existencia mujer de Aarón, no podrás detenerme, ya vienen.

—¡Allí Juan, hay una puerta!
—¡Está trabada!
—Hay que abrirla, tienes que hacerlo.
—¿Qué te ocurre?
—Tengo una energía diferente, tienes que abrirla, es necesario.
—¿Qué está pasando?

En ese momento la puerta saltó en pedazos, Juan cayó como empujado por una fuerza, sacó su arma y disparó a una sombra blanca que se le venía encima, Rossi gritó algo en un idioma que él desconocía, aquella presencia se detuvo y se dirigió hacia donde ella estaba, de su boca salió un sonido que solo Rossi podía entenderlo.

—Mujer de Aarón, has venido, ahora te destruiré, esta vez no podrás detenerme, ven te estoy esperando, ¡ven, ven!
—Aquí estoy de nuevo para enviarte a las sombras perennes, de donde nunca más podrás salir.

Se abalanzó con un fuego que salía de sus ojos, las vendas de la momia se incendiaron en el abrazo y por sus ojos se abrió la noche del universo, por donde desaparecieron ambos cuerpos.

—¡Rossi, Rossi! ¿Dónde estás?
Juan logro salir, gritaba buscando a Rossi, pero todo fue silencio y vio las llagas de las quemaduras en sus brazos, salió corriendo, sabiendo que llevaba la muerte con él.