Creo que la descripción de la niñez se queda corta. Si se basa en jugar, ir a la escuela y dormir. Pero más allá de eso la niñez es la etapa especial en la que aprendemos cosas que nos ayudarán en la vida, que siempre será de alguna u otra forma la mejor de las etapas.

Lo irónico es que cuando la tenemos deseamos crecer para tener más libertad. Pero siendo adultos daríamos lo que fuera por volver a tenerla.

Mi nombre es Damon Gervais. Y esta es mi historia.

Cuando era un niño me encantaba ir en bicicleta por toda la ciudad, mi madre siempre solía decir que tenía que explorar y conocer cada rincón de mi pueblo, que tenía que vivir, jugar, cantar, correr, bañarme bajo la lluvia. Y todo eso sin miedo y sin limitaciones.

Porque serían experiencias que jamás volverían a ser posibles, y que si volvieran a ocurrir, no sería el mismo sentimiento de adrenalina y felicidad.

Y cuanta razón tenía.

Mis hermanos y yo un día íbamos hacia el pueblo, éramos unos niños en ese entonces. Ellos, decidieron ir caminando, mientras yo, yo... decidí ir como siempre en mi bicicleta, mi fiel compañera.

^{Imágen del concurso.}

Pero resultó ser que no vi una piedra que se tropezó en medio de mi camino. Y caí. Mi pierna quedó rasguñada y tenía un dolor punzante, no era nada grave, podía continuar con mi aventura.

Al siguiente día y a las seis de la mañana mi madre me levantó para ir a la escuela. Pero, ¿a qué niño le gusta ir a estudiar? Entonces fingí que dolía demasiado y que no podía levantarme para ir a estudiar.

Mi plan no funcionó, mi madre citó las siguientes palabras «tienes que seguir así duela, tu futuro siempre estará ahí, los golpes y dolores, se irán con el tiempo» Al momento me pareció ilógico, no encontré sentido a sus palabras y solo la consideré como una fastidiosa por no dejarme dormir.

Hace poco lo entendí. Tenía un par de amigos que me traicionaron de la peor manera, me juzgaron y se burlaron de mí, aprovechándose de todo lo que les había contado sobre mi vida privada en la intimidad y exponiéndome ante todos.

Me encontraba mal, me sentía mal, dolía igual o incluso más que aquella cortada, solo que esta vez no pude fingir que estaba bien. Ellos fueron esa piedra de tropiezo que se interpuso en mi camino y me hizo caer. Pero tenía que seguir el consejo de mi madre y continuar de pie, seguir con mi vida, porque mi futuro todavía estaba ahí, esperando que actuara para ganarmelo.

Volviendo a unos años atrás, en otra ocasión me encontraba nuevamente con mis hermanos en casa, esperando a que mamá llegara de trabajar como cada día. Ella era madre soltera tenía que trabajar mucho para mantener sus tres hijos, yo era un poco malcriado, digamos que la falta de mi padre, esa figura paterna a la que vemos con respeto me hacía falta.

Tenía hambre, y no había nada de comida. Estaba desesperado y culpaba a mi madre por no traer una buena comida a mi hogar, ¿qué se supone que comeríamos? Molesto, me dirigí a uno de mis hermanos.

—No puedo creer que mamá nos siga haciendo esto. ¿Para que trabaja tanto? Si ni siquiera nos hemos podido comer un buen almuerzos desde hace ¿qué? ¡No me acuerdo!.

Pero de alguna manera, esa misma noche mamá llegó con un poco de arroz y un par de huevos, maldecí por lo bajito a pesar de mi edad y esta vez no me callé.

—¿Hasta cuando? ¡Ya no quiero comer esto! ¡Me tiene harto!

Unos años más tarde, llegué cansado de una jornada laboral, diez horas trabajando sin cesar y me encontré con la sorpresa de que no había comida en la casa. Lo peor era que no tenía ni un peso, intenté buscar opciones y...

¿Adivinen que era lo único que había?

Sí, esa misma noche tuve que volver a comer arroz y huevos.

Ese día me arrodille, lloré y entendí lo que pudo sentir mi madre en aquel momento. Pedi perdón a Dios y a mi madre que ya no estaba en este plano terrenal.

Desde ese momento comencé a vivir en gratitud con la vida por todo lo que me había dado. Recordar aquellos momentos junto a mis hermanos, mi amada bicicleta que con tanto amor y sacrificio mi madre me la había comprando y todo lo que hizo por nosotros fue sin duda una buena lección de vida.