Cuando se presentó el diluvio, los animales acuáticos que quedaron afuera trataron de montarse al arca, incluso hicieron huelga. Los tiburones, en represalia de haber quedado afuera destrozaron cuanto pez encontraron, sin decir lo que hicieron los pulpos y las ballenas. Animales grandes y pequeños luchaban por sobrevivir sobre la tierra. Noé desde adentro de la barca veía la espantosa y absurda guerra, y más que miedo, sentía lástima por toda la naturaleza enferma.

Durante 5 días con sus respectivas noches estuvo lloviendo y el mundo todo se había hecho un mar. El viento poniente soplaba como loco y se habían revuelto las aguas hasta la profundidad. El sol no aparecía y el mar se iba oscureciendo. De repente se ennegreció el cielo, el mar, todo era una sola ceguedad, y Noé tuvo miedo por dónde llevar su barca, enfrentar semejante tempestad. De repente se escuchó un ruido en mitad de la oscuridad: tres pares de delfines que estaban en el mar, trataban de orientar a Noé y a su barca que se balanceaba erráticamente cada vez más. Noé siguió a los defines y después vio que seis pingüinos también vinieron ayudar. Entonces Noé miró al cielo y dijo: ¡Señor, que se haga tu voluntad!