Mi esposa Delly se sentía mal desde hacía semanas. Ella decía que sentía un dolor que iba “más allá del plano físico” lo cual despertaba mi angustia, aunque también mi curiosidad. Y a pesar de que amorosamente le preguntaba sobre la razón o le inquiría sobre los detalles sobre sus sentimientos, ella sonreía y me decía que aunque me esforzara, no podría entenderla. A pesar de eso, llevaba sus días de manera tranquila y alegre. Yo notaba que sonreía un poco más de lo normal, pero aun así, al caer la noche se quedaba despierta más tiempo de lo normal y más de una vez la encontré en plena madrugada observando el jardín a través de la ventana.

-Amor ¿te sientes bien? – le decía yo.

-Sí claro, sólo quería ver las flores en pleno amanecer.

Y después de una tranquila conversación, terminaba yéndose a la cama de nuevo, o terminábamos conversando hasta que el sol salía. Me preocupaba mucho su estado, habíamos estado juntos 15 años y la amaba desde que éramos adolescentes. De sólo pensar que le pasara algo malo, me producía una tristeza profunda, difícil de describir.

Un mes después de eso, decidimos irnos de viaje para tratar de alegrarla y que mejorara su situación. No iba a ser mucho tiempo, pero me encargaría de que no se preocupara por nada. El destino: Indonesia, lleno de verdor como el que a ella le gustaba.

Hoy decidimos explorar el lugar y cómo siempre, reímos por todo el camino. Íbamos con un grupo no tan grande de turistas y el camino era claro y hermoso. Por un momento, ella se detuvo y me dijo que quería quedarse un poco más viendo el acantilado y el mar debajo. El escenario era increíble.

Después de una breve charla, me dijo que había estado sintiéndose mal otra vez.

-Siento que todo lo que vine a hacer a esta vida ya lo hice. Y siento que, a pesar de amarte mucho, hay un vacío en mí que no se llena, lo cual me hace sentir una persona egoísta y malagradecida. Sé que te has esforzado mucho para que mejore, pero ya estoy al límite. – dice ella.

-No… no te entiendo.

-Ya no quiero vivir. Ya no puedo más.

-Pero yo te amo. - fue lo único que pude decirle en ese momento. ¿Qué más podría haber dicho? ¿Quédate? Sólo me haría sentir egoísta.

-Lo único que me sostiene aquí es tu compañía, porque no tengo a nadie más. Ni siquiera he podido darte un hijo…

No pude soportarlo más y caí en un llanto desconsolado. Por un momento entendí todo por lo que había estado pasando. Y después de un tiempo del que realmente no tengo noción, pude decirle.

-Te prometo que te ayudaré, Delly. Pero por favor espera. Buscaremos ayuda y estarás mejor. Sé que no puedo entender del todo, pero no necesito hacerlo para tenderte mi mano y apoyarte. Recuerda que estoy aquí, estamos aquí y es lo más importante. Porque me importas mucho.

Ella no pudo sino llorar muy suavemente, mientras cubría su rostro.

-¿Confías en mí? - Le pregunté.

-Siempre.