Sujeto, verbo, predicado... | Concurso Nuestros Miedos
Saludos para todos. Espero que estén muy bien.
Esta es mi participación en el Concurso Nuestros Miedos, una iniciativa que promueve @franyeligonzalez a través de @xpliar.
Sinceramente, no soy de escribir sobre mi vida personal, aunque todo lo que escribo, de alguna u otra forma, está vinculado a ello. Este caso no es la excepción. En vez de escribirles una historia particular, cree un cuento de muchas de las historias que me suceden cuando hablo, sí, cuando hablo. ¡Espero les guste!
Sujeto, verbo, predicado...
He planeado tantas veces este momento y en todas salió victorioso el discurso. Pero hay un contraste entre lo que veo en mi mente y lo que puede pasar. Esa diferencia, leve o sustancial, es la que me paraliza, sobre todo si nada resulta como lo estipulé. Puedo terminar tartamudeando y ser el hazmerreír.
Allí, en los recovecos de mi seguridad, en los ribetes de la tranquilidad y recónditos rincones de la confianza, vive un enajenado monstruo. Se alimenta de la esperanza y va confundiéndola para que no cometa sus pasos de gloria. Le llaman miedo.
Sujeto, verbo, predicado... una palabra a la vez... solo eso necesito.
El mensaje es como la audiencia: siempre el correcto. Todos, y me incluyo, necesitan escuchar de forma prolija lo que tengo que decir.
El problema es el siguiente. Sucede que una parte de mi imaginación tiene su autonomía, no la puedo controlar del todo, conspira a través del miedo para impedirme hablar o que lo haga de forma coherente ante las personas a las que me voy a dirigir.
Siempre me mantengo preparado. Llevo mucho tiempo practicando, releyendo, ensayando los detalles, elevando mi voz para que la escuche el techo, coordinando la mirada y los gestos para lucir sabio y agradable. El espejo es mi cómplice. Es incapaz de mentirme y remeda lo que otros verán cuando exponga mi conocimiento. A veces me grabo. No siempre me gusta lo que veo, para qué mentirles.
En dos semanas tendré que decirle a un numeroso grupo de personas, tantas oraciones con sentidos que los ayuden a comprender la importancia de la navidad. En esta ocasión, ese es el tema a exponer.
Sujeto, verbo, predicado... así voy construyendo lo que diré... una palabra a la vez.
Como siempre, seré el primero en salir. Soy quien debe instar a los demás a tener interés en la velada. No se me puede olvidar nada, no tengo que tartamudear, debo sonreír mientras voy hablando y saber a dónde y cómo dirijo mis manos cuando reflexiono mi discurso; lenguaje corporal le dicen. Sucede que eso de hacerlo natural no me sale, aún no tengo esa chispa, sin embargo, como les dije, llevo tiempo perfeccionándolo.
Mi mente es un laberinto de emociones. A veces, se fuga la torpeza cundo repaso las líneas y noto que dejé una por fuera. También ocurre que me vanaglorio cuando, en mis practicas, todo sale tal cual lo deseo. Constantemente ando dándome crédito. "Repítelo, soy exitoso. Repítelo, sí puedo. Repítelo, nada saldrá mal".
Preparado voy. Estoy forjando el dominio de esta personalidad. Siempre existe el miedo y es ese miedo tiene la dosis justa y necesaria para hacerte sentir vivo y listo, aunque casi sientas que mueres en el intento. Solo me queda acelerar la buena energía y disposición, meterme en personaje, tener a mano mis fichas de ayuda, aclarar mi entonación y pedirle a alguna deidad que me fortalezca antes, durante y después de que todo termine.
La sala está llena. Tengo temor de paralizarme, no hay duda. Sudo pensando en que se me olvide algún conector y que, en esa amnesia, tenga un quiebre que entorpezca mi salida al escenario. La mente, que sabe que no debe pensar en eso, no puede olvidarlo, porque existe la posibilidad de que suceda y ante aquella disyuntiva de realidades, puedo tanto fracasar como ser exitoso.
Todo está listo. Me queda un corto trayecto entre las escaleras y el podio. En este punto, ya la ansiedad devoró a la adrenalina para cambiar al cursor del tiempo y hacer que esos segundos antes que termine mi interlocución, parezca una eternidad.
Un segundo antes de hablar, mi imaginación lo hace otra vez... Siento el escarnio, las risas burlonas, pitidos, abucheos... repentinamente, veo a la mitad de la sala mofándose de mí, mientras la otra mitad me aplaude, sonríe o me mira con cara de orgullo al vitorear que continúe. A alguna de las dos masas defraudaré, uno de los lados de esa historia será cierta. Ya no puedo detenerme. La valentía, pese a la posible debacle o victoria, se abre camino junto con aquellas voces que previamente imaginaba, pero que, de repente, hacen silencio. Un segundo después, la sala está muda.
Todos quedan a la expectativa de mi primer sonido... Sujeto, verbo, predicado... ¡Llegó la hora!
Hola amigo, excelente participación, gracias por tus hermosas palabras!! Saludos y es un placer tenerte en el concurso :)
Saludos de vuelta
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