¡Hola querida comunidad! Hoy me uno al concurso propuesto por la creativa @franyeligonzalez, en el que nos invita a crear una historia a partir de una imagen. Aquí mi participación.

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Ese día inició como cualquier otro, recuerdo haber estado en la oficina cuando empezó la evacuación. Unas semanas atrás se habían escuchado noticias de que en Estados Unidos se había propagado un virus, uno que volvía loca a la gente. En principio, parecía una broma de mal gusto, pero luego, todo era real. El epicentro de todo fue New York, sí, como en los comics de superhéroes, todos veíamos muy remota la posibilidad de que llegara al país tal catástrofe, pero ahora, el gobierno había emitido un comunicado de cuarentena “preventiva”.

Todos salimos de la oficina para dirigirnos a nuestros hogares, en la salida del edificio me despedí de Elliot, de Leo y de su novia y fui a toda prisa a tomar un autobús. El ambiente se sentía agitado, como si el temor y la incertidumbre se respiraran en el aire. Llegué a la parada con la suerte de que la unidad de transporte estaba a punto de salir, lo abordé y me sentí más tranquila. Arrancó y apenas habíamos recorrido un poco, cuando nos detuvimos en lo que parecía ser un embotellamiento.

En primer instante solo se oían las bocinas de los autos y las quejas de los choferes, pero ajusté mi oído y había algo más, un zumbido ¿tal vez? Como un murmullo en voz alta… Un grito desgarrador me sacó de mi concentración, me incliné hacia el pasillo del bus para ver al frente y se acercaban cientos de personas huyendo de algo y de repente, nada, todo fue oscuridad por unos segundos; una enorme camioneta había golpeado a la buseta en el costado y nos arrastró unos metros. Cuando reaccioné, estaba maltrecha y con un dolor insoportable en mi rostro; en el impacto, con algo me golpeé el ojo izquierdo y lo perdí. Como pude, me arrastré a la ventana de la buseta y salí por ahí.

A medida que ingresaba al exterior, escuchaba los gritos, veía a las personas correr desesperadas, todo era muy confuso. Ya estando afuera, por fin la visión de mi ahora único ojo se adaptó a la luz. El panorama era horrible, ninguna serie de zombies ha podido representar la realidad de lo que un acontecimiento como este es en verdad. Uno de los infectados se percató de mi presencia, se dirige hacia a mí; intento correr, pero al salir por la ventana me doblé un pie, además de que me siento mareada y aturdida por el dolor en mi ojo, no es mucho lo que puedo hacer, él me está alcanzando.

Despierto una vez más “¿qué pasó?” me pregunto en el pensamiento, miro a mi alrededor y parece que ya la guerra entre infectados y no infectados ha terminado, solo queda una escena post apocalíptica de lo que fue una hermosa capital del estado. Me levanto, ya puedo caminar mejor. Camino hasta una farmacia cercana a mi ubicación. Las calles están realmente vacías. Al llegar a la farmacia, tomo algo de vendajes y otros artículos que me servirán para limpiar mis heridas, me dirijo al baño para encargarme de ello, lavo mi rostro con el agua que fluye de la llave, arde un poco en la cuenca de mi ojo ausente.

Levanto mi rostro para verme por primera vez en el espejo luego del desastre, para encontrarme con la sorpresa de un gran agujero bañado en sangre en mi suéter tejido a nivel del pecho. Me saco el suéter rápidamente para chequear la herida… - ¡NO PUEDE SER! - exclamé horrorizada, el suéter no es lo único agujerado, también mi pecho - ¡Dios mío! ¿Dónde está mi corazón? - al parecer el infectado que me persiguió, se dio un festín con mi corazón. Pero… - ¿Soy ahora una infectada? – sé que la respuesta es obvia, pero tiendo a formularme preguntas estúpidas en situaciones de estrés.

En un punto medio entre infectado – no infectado, debía proceder con cuidado, ¿dónde es mi lugar ahora? Esa es la pregunta. Pronto descubrí que no era con los infectados; estuve vagando en la zona unos días, un pequeño grupo de ellos me vio y empezó a perseguirme, escapé “por los pelos”, los infectados no me reconocían como uno de ellos y aunque por supuesto, no estaba viva, la idea de que me desmembraran tampoco me emocionaba. Con cautela, ingresé en una boutique de un pequeño centro comercial del centro y tomé algo de ropa, unos jeans ajustados, una blusa manga larga de cuello de tortuga que cubría todos mis secretos y una chaqueta de cuero negra… - ¿Qué? Que esté medio muerta no quiere decir que no pueda tener estilo – en la tienda de al lado tomé unos zapatos deportivos para poder correr con comodidad cuando fuera necesario, además de un bate y un bolso, era una tienda deportiva.

Me equipé de algo de comida, barras energéticas y cosas así, también agua. Sé que no tengo corazón, pero aún así me sigue dando hambre, aunque esas cosas no me satisfacen. Por alguna razón, mi mejor idea fue volver a la oficina y atrincherarme allí, tal vez encuentre a alguno de mis compañeros, ojalá encontrara a Elliot, espero que sobreviviera. Tengo años enamorada de Elliot y ahora, ya que, soy un pseudo-zombie, la vida no ha sido justa conmigo. Ya llegando a la oficina, una camioneta se acercó a gran velocidad y se detuvo a mi lado, me quedé petrificada, el chofer baja el vidrio polarizado y era él, Elliot, no podía creerlo, quería llorar.

-¿Lorena, eres tú? Sube… ¡Rápido!– insistió Elliot.

Salí de mi estado y subí a la camioneta, él empezó a hablar mientras conducía abriéndose paso en las vías abarrotadas de otros autos y hasta de escombros, me comentó que su plan era salir de la ciudad, alejarse lo más posible, por ahora, parecía que la concentración de infectados estaba en las ciudades, si nos alejábamos ganaríamos tiempo. En algún punto, me preguntó cómo me sentía y qué me había pasado en la cabeza, el por qué de mi ojo vendado, le conté del choque y como lo perdí, él se lamentó por eso, pero le dije que estaba bien, que ya no me dolía tanto y que había aplicado medicación.

Fue en medio de una desolada carretera donde hizo la pregunta que no quería escuchar.

-¿Cómo escapaste de los zombies?– dijo tranquilo.

Lo pensé un rato para responder – No escapé, él se comió mi corazón – respondí.

El silencio del lugar se vio interrumpido por el sonido de los cauchos de la camioneta al frenar en seco. Me miró perplejo, subí mi suéter y mostré el agujero en mi pecho, que ahora empezaba a llenarse por unos inusuales tejidos entrelazados.

-Pero ¿por qué no me has atacado?– preguntó mientras se hundía entre su asiento y la puerta como intentando alejarse lo más posible.

-No lo sé– respondí mirando el piso del vehículo.

-Ellos no parecen pensar pero tú sí ¿por qué?

-¡No lo sé!– exclamé un tanto molesta, no con él, sino por no saber la respuesta.

Guardamos silencio un largo rato y nos quedamos ahí, como esperando que algo pasara. Elliot tomó la iniciativa.

-Lorena, creo que lo sabes pero igual nunca te lo he dicho, yo siempre te he amado, siempre he querido protegerte, mis sentimientos siguen siendo los mismos. Como sea estás aquí y estamos juntos, no voy a abandonarte ahora.

Cuando volteé mi vista hacia él me miraba con la sonrisa amable de siempre, eso me llenó de paz, sonreí también y asentí con mi cabeza en afirmación. Luego de eso, avanzamos un poco más en nuestro camino y nos adentramos al bosque. Elliot se había equipado de todo lo que se necesitaba para permanecer en la naturaleza un tiempo considerable. Levantamos nuestro campamento alejado de todos los peligros y logramos sobrevivir por muchos días, pero no puedo negar, que cada noche cuando lo observo dormir, quiero su corazón.

-El Fin-

¡Gracias por leerme!

_{Relato de mi autoría, M. Avilán}

_{Invito a participar a @crismenia, @neyistar23 y @paholags, la información está acá.}