Gabriel ( papá), Cata (mamá) y Valeria (hija). Una familia que comenzó hace poco más de 2 años. 2 jóvenes de 31 y 26 años que decidieron iniciar una vida juntos, formar una familia.

Su historia contiene amor, locuras, felicidad, inventos, salidas y muchas sonrisas. Pero también una historia llena de lágrimas.

Una vida que al principio parecía perfecta pero luego se transformó en un CAMPO DE BATALLA. Comenzaron las peleas (que parecían normales de una pareja), poco a poco sin darse cuenta se iba agudizando todo y ninguno quería dar su brazo a torcer. No querían entender que tenían que cambiar y madurar cada uno para poder vivir en ese refugio llamado "Familia".

Guerra de insultos, palabras que parecían cuchillos iban penetrando y desgarrando poco a poco el corazón de Cata, ese vaso frágil, se iba quebrando poco a poco; Gabriel pensó que tenía a su lado un vaso de plástico que podía tirar y recoger cuántas veces quisiera.

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Un día común, en una discusión "normal" de parejas, las palabras se subieron de tono y pasa lo que todos sabemos, las palabras se convirtieron en golpes, Cata se defendió como pudo pero quedó afectada físicamente con marcas imposibles de ocultar. Así que huyó, con dolor, rabia y tristeza sin decir a dónde.

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Gabriel la esperaba, parecía "arrepentido", pues había repetido la misma historia de su padre con su madre. Se sentaba día, tarde y noche en el sillón frente a la ventana, junto a esas rosas que decidió comprarle para retractarse. Y un buen día Cata llegó.

Se arreglaron las cosas pues ambos decían amarse. Las cosas mejoraron por un tiempo, volvieron a ser como al principio. Pasaban los meses y seguía todo bien, con desacuerdos de pareja, nada fuera de lo común.

Algo pasaba en cada discusión, se decían cosas sin pensar que lastiman al otro y Cata (sabiamente) quiso darse un tiempo para que se solucionaran las cosas, decidió ir a visitar a sus padres por un periodo de un año y Gabriel no estuvo de acuerdo.

En su intento por convencer (u obligar quizá) a su esposa a quedarse todo se fue de control, al ver que ella no daba el brazo a torcer, optó por usar su fuerza (nadie sabe que pasaba por su mente) y recurrió a los golpes, está vez no tan fuerte como la primera, pero el corazón de ella recibía cada golpe como el peor.

Valeria, de 9 años le dijo a mamá "-¿Crees que no escuché todo?, Sé que se dieron golpes."

Esta chica no aguantó, sufría no solo por los golpes, sufría al saber que su pequeña había Sido testigo de lo ocurrido y sin pensar, busco ayuda para regresar a casa de sus padres y al día siguiente al salir el sol, tomo toda su ropa sin planear regresar y se fue con su hija.

Gabriel llora esperándola cada día en el sillón junto a la ventana, aún sabiendo que la perdió, está vez no compro flores. Solo lo acompañan la ventana, la oscuridad