Isla pocholada, paraje idílico y jardín de juegos para los ricos más ricos de todos. Hace veinte años cuando un multimillonario compro la isla, el ocio era el único objetivo en mente. Quizás pasar las vacaciones o invitar algunas personas para formar relaciones con potenciales aliados. El multimillonario Edmundo Rodríguez, tenía suficiente dinero como para vivir el resto de su vida sin trabajar. En realidad, más dinero en sus bolsillos no le parecía muy atractivo, pero ver su fortuna crecer, siempre sería algo agradable para él.

A sus 40 años Edmundo, era sin duda alguna un hombre exitoso. Aunque, su éxito era directamente proporcional al vacío que sentía su corazón. Dinero, mansiones, autos, joyas, mujeres, cualquier cosa que uno pudiera imaginar, él lo tenía. Después de sumergirse en una espiral materialista, estimular su interés resultaba difícil, al menos, con objetos.

Debido a la recomendación de un socio de negocios, pocos meses después de su cuadragésimo cumpleaños, Edmundo compra una isla para relajarse, sin saber que ese lugar se convertiría en su “sanctasanctórum”. La idea de convertir la isla en un sitio turístico abierto a los ricos más influyentes del mundo surge, gracias a una de sus tantas amantes. Con mucho dinero, y unos dos años, instalaciones turísticas son construidas en la isla Pocholada. La afluencia de clientes empieza a crecer paulatinamente, empezando con algunas invitaciones y eventos extravagantes organizados 2 veces al año.

La voz se corre, y de pronto, Edmundo se sorprende al percatarse que el negocio está marchando mejor de lo esperado, hasta cierto día…

Cinco años después de abrir las islas al público. Edmundo recibe un invitado exigente que desea pagar por ciertos servicios en la isla. Él, no se sorprende al escuchar la petición de su invitado, pues sabe muy bien que hay muchos excéntricos entre los millonarios. Personas codiciosas, despiadadas, y muchos bichos raros con gustos bastante peculiares.

El dueño de la isla pocholada no tenía nada que perder, y así, decide hacer lo posible por cumplir con las demandas de su invitado sin ningún problema. El problema real, asomo su cabeza meses después…

Cuando consientes mucho a una persona, corres el riesgo de malcriarla. Eso fue exactamente lo que ocurrió con Edmundo. Invitados exigentes, empezaron a llegar con más frecuencia, algunos servicios nuevos fueron añadidos, y así la isla inicio sufrio una metamorfosis. La isla Pocholada ya no era un lugar de esparcimiento, sino, el patio trasero de los ricos más excéntricos. Lo que pasaba en isla Pocholada, se quedaba en isla Pocholada, así, nació una madriguera en la cual los deseos más oscuros y retorcidos del ser humano podían ser vistos a plena luz del día.