Érase una vez, bajo la mirada de los astros. Cuando dos pequeñas lagrimas humedecían las mejillas de una tierna niña. Sus delicadas manos apretaban fuertemente el vestido color purpura que llevaba puesto, y sus ojos embriagados por anhelo, no podían ser vistos a través del flequillo que cubría parte de su rostro. En aquella noche solitaria, Marcia Ceballos se hallaba en el patio trasero de su casa. A sus catorce años había sentido por primera vez lo que significaba tener un amor no correspondido, sin embargo, sus lágrimas no estaban teñidas de tristeza sino impotencia.

Ella era una de esas jóvenes con el coraje suficiente para confesarse ante el chico que le gustaba, pero sus ojos se posaron en alguien que no sabía de su existencia. El ciclo natural del “enamoramiento” está rodeado de todo un proceso que hasta el día de hoy no está muy claro para el ser humano. En un caso como el de Marcia, el curso normal sería soportar esa amargura por algún tiempo antes de superarlo y volver a empezar, pero esa joven tenía pensamientos totalmente diferentes…

Marcia recordaba perfectamente unas palabras que le había dicho su madre Devora hace mucho tiempo: “Si no puedo tenerlo, entonces nadie más lo tendrá.”

La primera vez que esa frase llego a los oídos de Marcia fue cuando su padre biológico le fue infiel a su madre. Para Devora no existen las segundas oportunidades, por ello se encargó de hundir a su esposo en un pantano de la desgracia. Solo bastaron seis meses y unas cuantas llamadas para que su exesposo se convirtiera en un indigente que hurga en la basura por comida.

Ese suceso ocurrió cuando Marcia tenía apenas ocho años, y le marco profundamente. Si bien, se sintió mal por su padre durante un tiempo. Luego de ver como su progenitora hacía y deshacía lo que quisiera con los hombres. La mentalidad de Marcia fue cambiando paulatinamente hasta tomar ese ejemplo como algo normal. Las reglas eran simples, decía Devora: Si no puedes someter a un hombre, entonces húndelo. Si no es tuyo, no es de nadie. Así de sencillo.

Los recuerdos que inundaban su mente eran tan vividos como si hubieran ocurrido ayer. Gracias a las enseñanzas de su madre, no había dudas en su corazón. Decidió hundir al chico que tuvo el descaro de aceptar una chica sesenta minutos después de rechazarla a ella.

Como Marcia no tenía idea de cómo hundir a una persona. Opto por preguntarle a su querida madre durante la cena. Fue así como recibió su primer consejo mientras comían arepa rellena con carne mechada y frijol.

Madre necesito un consejo. –Dijo tímidamente.

Devora, por un momento se sorprendió. Al detallar bien a su hija se percató que tenía los ojos ligeramente enrojecidos.

Te escucho. –Contesto mientras colocaba la arepa en su plato.

Madre he visto como tomas venganza de muchos hombres, me preguntaba ¿Podrías orientarme por favor? –Era la primera vez que tenían esta clase de conversación, por ello Marcia estaba muy nerviosa. Si bien, no mostraba nada en su rostro, las piernas le temblaban como gelatina.

El rostro de su madre se mantuvo sin muchos cambios. Mientras mordía nuevamente la arepa, pensaba en sus adentros “supongo que llego la hora”.

Si vas a hundir a una persona, sea hombre o mujer, debes considerar bien el método. Siempre teniendo en mente que no serás descubierta. Como no tienes contactos ni dinero, entonces tendrás que hacerlo tu misma. Simplemente busca una manera de arruinar la imagen de esa persona. –Al finalizar su explicación, pudo ver que su hija había entendido algo, pero no era mucho mejor que antes.

¿Cuál es el punto débil de la persona en cuestión? –Pregunto Devora.

Tras pensarlo durante un rato, Marcia por fin pudo llegar a la respuesta. Sus piernas ya no temblaban, y en su rostro se podía ver una sonrisa fría.

Las mujeres… –Sentencio Marcia. La iluminación le golpeo como un rayo y de pronto se vio sumida en maquinaciones destinadas a destruir la imagen de ese chico que la rechazo.

Esa noche Marcia estuvo hablando con su madre hasta tarde sobre los métodos que podía usar para lograr su objetivo. Al final, resolvió hacer cartas para empañar la imagen de ese pobre chico llamado Alfonzo. Como el colegio al cual asistían era muy estricto. Había reglas de las cuales podía valerse para que fuera expulsado.

La preparación le tomo un año entero. Fue muy meticulosa al llevar a cabo su cometido. Primero hizo equipo con algunos de sus compañeros para hacer un trabajo del colegio, incluido Alfonzo. Como el trabajo era a mano todos debían escribir una parte y se ofreció a cargar con la responsabilidad de entregar el trabajo. A medida que transcurrían los días, fue reuniendo las partes de sus compañeros. Cuando Alfonzo le entrego la suya, ella le saco copia, entrego el trabajo culminado y se fue a casa con la réplica.

Había resuelto ser implacable con su plan. Luego de haber obtenido la letra de Alfonzo, paso un año aprendiendo a imitar su letra. Poco después, espero la oportunidad idónea para dejar un sobre que contenía la carta y un preservativo en el escritorio de una profesora.

No había errores en la carta, la letra era idéntica. Incluso el papel utilizado para ello era del mismo tipo de cuadernos que Alfonzo utilizaba en sus clases. El día que dejo el sobre había una celebración en el liceo, por lo que no era raro ver a los estudiantes entrando y saliendo de los salones. En el caso de Marcia, habían entrado tantas personas que al final no pudieron encontrar otro sospechoso que no fuera Alfonzo.

La directiva del colegio nunca pensó que hubiera un estudiante capaz de imitar la escritura de otros a tal punto. Al final, el joven quien ya era problemático por estar coqueteando constantemente, fue expulsado sin consideración alguna.

Rosa blanca, espinas negras

Después de esa experiencia con Alfonzo. Marcia se llenó de confianza, y emprendió el mismo camino que su madre. El tiempo transcurría, y la tierna niña fue reemplazada por una mujer fuerte y dominante. A los veinticinco años, Marcia podía estar orgullosa de sí misma porque no había hombre capaz de no caer por ella. Astucia, encanto, artimañas y redes de telarañas se tejían por donde ella pasaba. Si veía un hombre que le gustaba, ella podía tenerlo aunque solo fuera por una noche.

En la superficie se podía apreciar una mujer tímida e inocente, pero cuando llegaba la hora se tornaba en la patrona de cuanto hombre cayera en sus garras. Las mujeres que realmente conocían su verdadero rostro, huían despavoridas, temiendo ser víctimas de sus perversas estratagemas. Pobres de aquellas que realmente la desafiaron.

Durante varios años, esa rosa aparentemente frágil y delicada hizo de las suyas. Hasta que un día, después de tanto tiempo, se encapricho con un hombre que debía ser solo suyo…

El hombre en cuestión se llamaba Alexander. Lo vio por primera vez en una misa a la cual había sido invitada. Ella, se quedó embelesada al ver ese hombre de cabello negro y ojos azules. La cálida sonrisa que se podía ver en su rostro, le hizo querer tenerlo solo para ella, como si fuera algo que por derecho le pertenecía.

Gracias a sus años de experiencia, sabía que no podía cometer errores, debía dar una buena impresión la primera vez. Por ello pregunto discretamente y averiguo cuál era su nombre, y el hecho de que podía verlo en la misa todos los domingos.

De esta manera, Marcia se fue acercando lentamente hasta Alexander, para su desgracia el afortunado en cuestión ya tenía pareja, de hecho estaba casado desde hace nueve años. Cuando ella se enteró, la mirada en su rostro era gélida. Para ella, solo había una solución.

“Si no es mío...”

Con ese pensamiento la sombra de la desgracia se hizo presente.

Primero concluyo que debía deshacerse de esa mujer cuanto antes. El método utilizado en cuestión fue la brujería. Utilizo a su favor que pronto era el aniversario de Alexander para regalarle una colonia a su esposa. Dicha colonia había sido hecha por un brujo al cual Marcia solía acudir en casos como este.