Digital image for writing story competition(96) | Simon at the Toy Store

The Glaires toy store was a gigantic place. Its ceilings were so high that a giraffe could pass through without any problem and its corridors were so wide that a family of hippos could fit in each one of them. It was made, according to its creator, to house all the happiness of all the children in the world. And, to tell the truth, his dream came true. Every day more than ten thousand children entered the toy store. They went crazy, but their parents were even crazier amidst so much laughter, jumping and running. Some even lost their little ones temporarily because of all the mess.

Such was the case with Simon's parents. Their son had never been to a toy store, and when he saw that marvelous place, he ran like a newly liberated wild boar. He could not believe such a place and asked God in his mind:

—Is this heaven, Lord?

Simon began his adventure close to his parents, but soon even the salesman who served them could not stop him. Simon heard children singing Ring a Ring o' Roses in a hallway; he watched others climbing a shelf to get a Buzz Light Year; he laughed at babies taking down a saleswoman. What a place to get fun.

Amidst bouncy castles, robots defeating dragons, and shiny balls rolling all over the place, Simon noticed something that looked like a city of the future. He quickly entered through its rounded gates and looked up at the starry sky and all its flying ships. He was jumping to hang on to one, but they were passing by so fast. Simon wanted so much to have one of those ships in his hands that he did not hesitate to climb the "skyscrapers" of the city. But, he soon discovered that it was not a good idea when he heard an angry voice:

—Simon, get down from that tower now! It's mommy.

They asked him up to seven times, but Simon didn't listen. Instead, he got crazier. He was knocking down one skyscraper after another, and took the falling pieces of plastic to threw them to hit ships in the air. The inner cameras of the futuristic city recorded the entire scene and it was displayed for the grace of all the other children in the rest of the toy store.

The show ended when one of the toy store managers entered the city and took the largest ship of all to give it to Simon.

All the kids have their dreams here—the manager said, smiling at Simon. These lights are great, aren't they?

Simon just nodded. Then he was applauded by the other children as they left the city. Besides, his blushing parents apologized for the disaster.

The chuckling supervisor commented:

-Don't worry. The children's happiness is our happiness.

Simon never forgot that day at Glaires Toy Store and neither did his parents.

Spanish Version

Simón en la juguetería

La juguetería Glaires era un lugar gigantesco. Sus techos eran tan altas que una jirafa podría pasar sin problemas y sus pasillos tan anchos que cabría una familia de hipopótamos en cada uno de ellos. Fue hecha, según su creador, para albergar toda la felicidad de todos los niños del mundo. Y, a decir verdad, su sueño se hizo realidad. Cada día entraban a la juguetería más de diez mil niños. Éstos se volvían locos, pero más locos quedaban sus padres entre tantas risas, brincos y corridas. Algunos hasta perdían a sus pequeños temporalmente por todo el alboroto.

Tal fue el caso de de los padres de Simón. Su hijo nunca había ido a una juguetería y cuando vio aquella maravilla, echó a correr como jabalí recién liberado. Él no podía creer semejante lugar y le preguntó a Dios en su mente:

—¿Este es el cielo, Señor?

Simón comenzó su aventura cerca de sus papás, pero pronto ni el vendedor que los atendía lo pudo aguantar. Simón veía a unos niños jugando a la rueda-rueda en un pasillo; observaba a otros escalando una estantería para tomar un Buzz Light Year; se reía de unos bebés derribando a una vendedora. Qué lugar para reír.

Entre castillos inflables, robots que derrotaban dragones y pelotas brillantes que brincaban por todo el lugar, Simón se fijó en algo que parecía una ciudad del futuro. Rápido entró por sus redondeadas puertas y miró el cielo estrellado y todas sus naves voladoras. Él saltaba para guindarse de alguna, pero pasaban muy veloces. Simón deseaba tanto tener una de esas naves en sus manos que no dudó en subirse a los «rascacielos» de la ciudad. Pero, él pronto descubrió que no fue buena idea cuando escuchó una voz furiosa:

—¡Simón, bájate de esa torre ahora! Es mamá.

Se lo pidieron hasta siete veces, pero Simón nada que hacía caso. Por el contrario, se puso más loco. Tumbaba un rascacielos tras otro y con los pedazos de plástico que caían, lanzaba a impactar a sus anheladas naves. Las cámaras internas de la ciudad futurista grababan toda la escena y era mostraba para la gracia de todos los demás niños en el resto de la juguetería.

El espectáculo acabó cuando uno de los encargados de la juguetería entró a la ciudad y tomó la nave más grande de todas para regalársela a Simón.

Aquí todos los niños cumplen sus sueños—dijo el encargado sonriendo a Simón. ¿Están muy geniales estas luces, no?

Simón sólo asintió. Luego fue aplaudido por los otros niños al salir de la ciudad y sus padres ruborizados pidieron disculpa por el desastre.

La supervisora entre risitas comentó:

—Descuiden. La felicidad de los niños es la nuestra.

Simón nunca olvidó aquel día en la juguetería Glaires y sus padres tampoco.

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