Cada mañana Marta, la hija de un humilde carpintero, se levantaba a realizar sus labores, estas incluían recoger algunos frutos, que acostumbraba a comer en las tardes con sus hermanos, Luis y José, los cuales se asombraban con los interesantes cuentos de su hermana. Ella acostumbraba a dormirles con una fantástica historia, sin embargo esta noche sería diferente, su padre debía permanecer un par de días en el próximo pueblo para cumplir con algunas entregas.

Antes de salir de casa, les aconsejo cerrar bien puertas y ventanas, generalmente era muy frío el pueblo en la noche, así que Marta preparo todo como le indico su padre y abrigo a sus hermanos, con los suéteres que con tanto amor había tejido su madre antes de partir de la región para cuidar a su abuela por un tiempo.

Iniciaba Marta a contar su historia cuando escucho un sonido en la puerta. Los niños taparon sus cabezas con la almohada.

• Que es eso Marta? Pregunto José.

• Es solo el viento. Y abrió la ventana para contemplar el cielo lleno de estrellas.

Era una hermosa noche, la luna inmensa podía apreciarse más bella que nunca, José el menor de los hermanos, bajo de la cama para sentarse junto a la ventana, poso su mirada en el árbol de manzano a unos pocos metros de la casa; allí bajo la luna, el árbol de manzano, parecía un hermoso espectáculo, pidió entonces José a sus hermanos dirigirse hasta ese lugar para tomar alguna manzana, Marta recordó que no había recogido los frutos, y sintió pena, pues José tenia gran apetito.

Pensó por un rato, nada podía ocurrir, estaban tan cerca del manzano, así que le dijo a sus hermanos que la esperaran.

-Vuelvo en un par de minutos. Tomo una canasta y salió de la casa.

Ya muy cerca del árbol, bajo la luna llena, un espantoso alarido. El corazón de Marta se paralizo por algunos segundos, no se atrevía a moverse, las manzanas cayeron al suelo una a una, pronto sintió una mano fría en la espalda y se desplomo en el suelo.

-Marta! , Marta! Despierta- decía llorando José.

De pronto otro sonido, más fuerte y audible, Luis se detuvo y escucha con atención.

-Parece un aullido, se asomó y entre unas piedras un pequeño cachorro.

• Marta! Grito de entusiasmo José y la abrazo prolongadamente.

Al ver el cachorro en brazos de Luis, sintió vergüenza, por haber sentido tanto pavor. Ya en casa, José le pregunta a Marta:

• Marta, le temes a los perros?.

• No, es solo que me sentí sola en medio de la oscuridad.

A lo que Luis responde:

• No estás sola, solo que no nos pediste que fuéramos contigo.

• Perdón dice Marta, y como se dieron cuenta que me había desmayado.

• Jeje- se ríe José, nunca te dejamos sola, te seguimos y fuimos muy calladitos a tu lado, esperando que nos pidieras ayuda, como hace el Señor Jesús.

Marta sonríe y besa en la frente a sus hermanos para dormir.

Saludos amigos.