En noche oscura, temblaba de frio la doctora Mireya, ya hacia días que había atendido a Lucas, un joven de treinta y tantos años.

Él como todos los días había salido de su trabajo a un cuarto para las siete de la noche para regresar su casa, sin embargo no esperaba que un auto sin luces golpeara su motocicleta, su cabeza golpeo una piedra y perdió por completo el conocimiento.

El joven, tenia mas de siete días en cuidados intensiva, no despertaba del estado de coma, docenas de tubos y numerosos aparatos lo mantenían con vida.

Mireya, le atendía con gran esmero, propio de su profesión, en ocasiones notaba que Lucas movía instintivamente su mano, como tratando de girar la manilla de una puerta, pero era común observar ciertos movimientos involuntarios en los pacientes de terapia intensiva.

Mientras tanto, Lucas con esmero trataba de abrir la puerta que lo llevaría a un estado consciente. Él desde su cama, podía escuchar a todos los que le hablaban, escucho a su madre llorar de angustia al ver que no reaccionaba y a Mireya darle palabras de aliento, escucho al doctor Gonzalez decir no sobrevivirá.

En el lugar donde se encontraba, sus sueños tomaban forma, sus recuerdos, pronto vio una luz y en medio de ella una mano que le ofrecía un manojo de llaves y una puerta grande al final, como si lo consciente y subconsciente pertenecieran a mundo diferentes, en este lugar sus pies no tocaban el suelo, al contrario le parecía elevarse con cierta proeza.

En medio de la sala de médicos su cuerpo flotaba sin ser visto, poco o nada percibido por las personas que allí se encontraban, pronto diviso una pequeña puerta, en el manojo de llaves vio una muy pequeña, que le permitió abrirla, al otro lado un hombre triste, oscurecido sus ojos, de pronto levanto la cabeza aquel hombre y pudo ver su rostro, era el mismo, su corazón se paralizo, observo el lugar donde este habitaba, su propia casa, un recuerdo llego a su cabeza, el aspecto de todo lo que le rodeaba le recordó el día en que perdió a su padre, lloraba amargamente, pues no se encontraba a su lado en esos momentos, había decidido irse a otra ciudad a trabajar y poco tiempo después, su madre le notificaba que este había partido por causa de un infarto.

-No, no quiero recordar esto dijo y cerro la pequeña puerta.

Apareció entonces una puerta más grande y después de tranquilizarse un poco la abrió, un bosque precioso, se vio a si mismo como un niño, vio como su padre tomaba su mano y le enseñaba con movimientos del bate, algunas jugadas estratégicas para su próximo partido, su alegría de entonces era visible, el amaba a su padre, sus enseñanzas y dedicación no olvidaba. Lloro amargamente.

-Papá, lo siento, debí llamarte mas a menudo. Un sentido de culpa lo invadía.

Mireya que hacia su ronda por la habitación, observo como Lucas temblaba de frio y algunas lagrimas diviso en su rostro, un quejido indescriptible de dolor pronuncio Lucas.

-Va a despertar pronto dijo Mireya y con asistencia de la enfermera revisaba a Lucas.

Pero Lucas no despertaba, se veía un sufrimiento intenso en su rostro, sin embargo no reaccionaba.

Lucas, aún sollozando en el suelo, observo que una de las llave tenia grabado la frase: No temas, yo estoy contigo. La calma invadió su corazón, una persona parecía verse muy distante, se levanto, y poco a poco se acerco, era su padre.
-Papá, papá, corrió como un pequeño a abrazarle.
Al instante su padre desapareció.

• No temas, escucho Lucas.

• Tu padre, esta conmigo.

Nuevamente, se sintió muy calmado, una intensa paz lo invadía. Desde que murió su padre se sentía culpable, por no haber estado a su lado, sin embargo en ese momento sintió que una intensa paz permanecía en su corazón.

Mireya observo una intensa luz en el rostro de Lucas, pronto noto que su mano giraba como si tratara de abrir una puerta, puso su mano sobre la de Lucas, y giro su mano con la de el.

Lucas abrió los ojos, despertó de aquel sueño que lo mantenía inmóvil.

FIN.

Saludos amigos.