No hay día en el que al llegar el atardecer no acuda a visitar mi paisaje favorito. Estar ahí signiica ponerme en armonía con la naturaleza, llenarme de su magia y sentir que todo lo vivido tiene sentido, que nada me ha sido negado, todo lo contrario he obtenido más de lo merecido.

Cuando solo se mira sin fijarse bien en los detalles se deja de ver, algunas veces el paisaje está todavía azul, quizá sea la hora, un poco antes porque he terminado a tiempo mis quehaceres, entonces puedo ver como el violeta se anticipa a la negra noche.

Otros días, como hoy, el cielo adquiere un tono inusitadamente amarillo, es la querella del sol que no desea dar la bienvenida a la oscuridad y se mantiene terco y perseverante y va poco a poco tiñendo todo de ocre. Ese momento justo donde el horizonte se vuelve una línea dorada me aturde y me lleva a pensar en lo maravillosa que es la naturaleza que puede hacer que el alma humana se crezca y pueda también pintar paisajes como este.

Que un hombre con dominio de la tecnología logre atrapar la belleza efímera y hacerla perdurable en un lienzo virtual es un prodigio. Me pregunto si existe tal cual la pinta o es solo producto de su inventiva y creatividad. De manera ingeniosa nos presenta cada semana un escenario diferente pero el de esta semana es sencillamente sublime.

Las aguas se niegan a quedarse tranquilas, siempre surgen las pequeñas ondas que dan fe de un movimiento perpetuo, ese que vaticina también un pensamiento que no se queda quieto. Observar este ambiente es dejarse llevar a terrenos desconocidos pero predecibles a la vez, nada perturba el espíritu y un ramalazo de paz lo inunda todo. Puedo percibir la suave brisa que intenta doblegar las pequeñas espigas y la arena se vuelve testigo de su paso demarcando los surcos conocidos.

Todo está bien en mi mundo.

Esta es mi participación para el reto propuesto por @xpilar aquí

Contenido original
Imagen propuesta por @xpilar para el reto.