En los desiertos se esconden ricos tesoros y amargas experiencias, para los seres humanos, para los animales y las especies vegetales. No es fácil pasar y mucho menos vivir en el desierto.

Las tierras más difíciles de trabajar son esas, arenosas, una arena muy fina que parece casi polvo, una arena que se abre paso como el agua, inundando cada espacio, ocupando cada centímetro de suelo, con el viento moviéndolas a su antojo, paseándolas de un lado a otro.

Son pocas las criaturas que pueden permanecer en el desierto, que pueden vivir en él, aprovechar sus muy escasos recursos, y sin embargo, los vemos, hay tribus de nómadas que van de un lado a otro, algunos atraviesan el desierto por comercio, otros por que van de cacería.

Muchos han fracasado en su intento de dominar las eternas e hirvientes arenas, sin embargo algunos pocos han logrado conquistar sus miedos y se han adaptado a su sistema. Vivir en le desierto es posible pero debe estar atento a que también puede morir.

A pesar de todo lo dicho antes, no se puede dejar a un lado, la belleza que envuelve a este mar de arena, a esta tierra extensa que cambia por el viento, los mejores espectáculos los ofrece en el alba y en el ocaso, en sus noches estrelladas de intenso frío. Bien sea que el sol bese la tierra o que la luna calme su ansiedad, el desierto es una paleta de hermosos tonos cálidos y de texturas sin igual