Imagén de @xpilar. El sol del Horizonte

El sol del horizonte.

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Esta no es una historia fantástica, aquí no verán duendes, hadas, criaturas mitológicas o animales parlantes, lamentablemente no pasan cosas tan extraordinarias en mi vida, lo más cercano que he visto a todo lo nombrado anteriormente es a la señora de la bodega de mi cuadra, en serio, parece un Elfo, pero no un elfo como los de El Señor de los Anillos o los videojuegos de fantasía, no, se parece a Dobby, el elfo que sale en la película de Harry Potter y la Cámara Secreta… ¡Uy no! En serio, esa señora asusta y pues, respecto a animales parlantes, solo a los gatos en mi tejado llamando o invocando a un tal “Raúl”… Comenzare a pensar que esos gatos son parte de una secta y que de paso, usan mi techo como lugar de encuentro.

Pero no, mi historia no es sobre nada de eso, les quiero contar una pequeña historia de reflexión, superación, crecimiento, como quieran llamarle, pero para eso, debemos retroceder unos meses atrás, a exactamente el día que comenzó la cuarentena, el 17 de Marzo de 2020.

Como todo ingenuo, fui de los que pensé “Naah, esto máximo dura 2 meses, en 2 meses podré volver a ver a mis amigos y regresar a mis clases presenciales”… Siiii, como no. Me aferre a eso por mucho tiempo, a pesar de que cada vez la cuarentena la alargaban más y más… ¡Por todos los cielos!... Ya, cámbienle el nombre, cuarentena son 40 días… 40… No 3 o 4 meses, es ridículo.

En todo ese tiempo, por obvias razones, no podía salir, además de no tener dinero para pagar un ruta que me llevara lejos de aquí, no me arriesgaría a contagiarme, imagínense, yo, un asmático con coronavirus… Me muero. Así que pasaba mis días en casa con mi mamá, ayudándola, viendo TV, películas y series en la PC, y yo por mi parte también viendo uno que otro anime, hablaba constantemente con varios de mis amigos y culmine mi semestre, el no tener internet propio no me detuvo para salir bien, estudiante modelo, que les pasa ;)… Ok no jajajaja xD.

Ustedes dirán: ”Aja, ¿y donde esta lo interesante en todo esto?”, pues aquí esta. Aunque vieran todo “bien”, o sea, salí bien en mis estudios, hablaba con mis amigos y compartía con mi mamá… Puede que eso le baste a una persona que esté bien, pero no a mí. Yo tenía años pasando por depresión, lo único que me mantenía vivo era el compartir diario con mis amigos y la universidad, literal, todos los días estaba ocupado, haciendo algo. Me distraía y me rodeaba de personas que llenaban mi mundo de alegría, pero, al comenzar la cuarentena, todo esto cambio. Ya no veía a mis amigos, ya no iba a la universidad, prácticamente no veía otra cara que la de mi mamá, que no me mal entiendan, la amo, pero no era suficiente. Todas las noches me acostaba pensando, ¿hasta cuándo durara esto?, ¿hasta cuándo estaré encerrado?... Mi mente y mi alma se estaban llenando de cosas negativas, tristes. La luz se estaba apagando y yo lo estaba permitiendo.

Llegue al punto en el que andaba muy temperamental, hasta bipolar se podría decir. De momentos estaba súper contento porque el capítulo de anime o la serie estuvo emocionante o porque hable con mis amigos hoy o porque mi mamá cocino algo rico y de la nada, me daban esos bajones en los que el simple insulto (así fuera en broma), el simple “visto” de un amigo en Facebook o el que mi mamá me regañara por algo que hice mal o simplemente no hice, me hundían en una molestia y tristeza profunda, es como si de la nada, vaciaras un pote de pintura negra sobre un arcoíris. Pero lo peor, es que yo estaba consciente de que estaba mal, de que todo estaba mal en mí y no hacía nada… Permitía que lo negativo se apoderara de mi vida… ¡Que estúpido!

Una noche, tan parecida a las demás que ya no recuerdo cuando fue exactamente, me encontraba tirado en mi cama, pensando… Cuando de la nada, una voz, algo que provenía venir de dentro de mi cabeza, me dijo: ”Acaba con esto… Matate”… Me senté en la cama de golpe, olvidando que dormía en litera y obvio, mi cabeza se dio un fuerte golpe contra la cama de arriba. Un sentimiento extraño recorría mi cuerpo, la voz se hacía más fuerte, de aguda paso a grave y la escuchaba en cada rincón de mi cabeza… No me daba chance de siquiera pensar. Robóticamente, me levante y fui a la cocina, mamá dormía, así que mientras menos ruido hiciera, mejor. En la cocina tome un cuchillo y lo presione contra las venas de mi muñeca… La voz seguía, ahí, constante. Debía hacerlo, para que se callara, para dejarme de sentir así. Me atormentaba…

De pronto, escucho que llega un mensaje a mi teléfono, eran las 3:20 de la mañana, fue algo que apago la voz en mi cabeza por un momento, la distrajo. Corrí al cuarto, aún con el cuchillo en mis manos y tome mi teléfono. Era un mensaje de mi amiga Andrea, en su mensaje decía: ”Lo siento Alex, yo no puedo más… Gracias por tu amistad pero sé que el mundo no necesita una basura como yo”… ¿Qué le pasa? ¡Por Dios! Si en lo que tengo de vida jamás había conocido a alguien más especial que Andrea, era un pan de Dios. La llame de inmediato, comencé a decirle que esa no era la salida, que no fuera estúpida, que todo iba a estar bien si ella canalizaba todos esos sentimientos negativos, que su felicidad y paz dependían de ella, no del mundo a su alrededor, le dije lo mucho que la quería y lo valiosa persona que era… Todo va a estar bien Andrea, vamos a estar bien.

Logre hacerla desistir y que se fuera a dormir. Pero, me di cuenta que le di un montón de consejos que yo no estaba siguiendo. ¿Con que moral le decía que esa no era la salida si yo estaba a punto de hacer lo mismo que ella?... A la mañana siguiente, lleve el cuchillo a la cocina sin que mamá lo notara y como ella conoce a Andrea, le comente lo que había pasado. Mi mamá me dijo lo más sabio que había escuchado en toda mi vida y lo que más necesitaba mi mente y alma: ”Hiciste lo correcto, le enseñaste el camino a seguir. Le hiciste ver que hay que dejar de ver el pasado, soltar cargas, para poder seguir caminando hacia el horizonte. El suicidio es la salida para aquellos que no tienen el coraje de enfrentar la vida”…

Mi madre tenía razón, yo tenía razón con todo lo que le dije a Andrea. Desde ese día comencé a trabajar en mí, comencé a meditar, a escuchar música que me levantara el ánimo, le conté a mis amigos por lo que estaba pasando y por supuesto, ellos me apoyaron. Comencé a ver la vida de otra manera, con más luz y más color. El arco iris había vuelto a mí, pero ahora no eran solo mis amigos y las otras cosas que hacia las que lo hacían aparecer, era yo.

Desde ese día, por más que seguimos en cuarentena y sigo sin ver mis clases presenciales y a mis amigos, vi el cielo más bonito y más lleno de color, vi que había esperanza aún en la oscuridad y que iba caminando hacia ese sol que brilla en el horizonte.

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Muchas gracias al amigo @xpilar por la creación de esta maravillosa imagen, para mí fue un placer crear una historia inspirada en ella. Espero que sigan creándose iniciativas como esta, que nos fomentan a hacer volar nuestra imaginación.

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