Saludos, estimados amigos. Esta es mi participación en el Concurso Semanal, "Creando Historias Semana #4", promocionado por @adeljose y la comunidad WORLD OF XPILAR.

Espero les guste. Suerte para todos los participantes.

[Imagen proporcionada por el concurso]

Bajo la luna llena de abril

Bajo la luna llena de abril se encontraron desnudos por primera vez aquellos dos cuerpos. Las ramas del viejo cedro de la colina más alta del valle los cobijaron. Nada importaba más que su atracción, su deseo, sus caricias, sus risas nerviosas por las torpes acciones del primer encuentro amoroso, el placer de conocer el cuerpo del otro. El universo estaba detenido en aquellos minutos, salvo por el sonido de sus movimientos, por el ulular de algún búho cercano y por el zumbido de los insectos nocturnos. Satisfechos, acostados sobre el viejo petate, durante largo rato contemplaron por entre las ramas el dorado círculo que iluminando el cielo le proporcionaba un brillo casi blanquecino.

Ambos tenían apenas 16 años, recién cumplidos. Su cercanía se produjo cuando en el colegio supieron que habían nacido el mismo día del mismo año, luego descubrieron que tenían gustos afines. Esperaban con ansias la fecha de su nacimiento para encontrarse e intercambiar algún obsequio, por muy insignificante que pareciera. La mejor celebración era su propia fiesta, la que organizaban a escondidas de todos para juntarse unas horas y disfrutar el estar juntos, viendo viejas películas, leyendo o escuchando a sus intérpretes preferidos. Pero el mejor lugar de encuentro era la colina del cedro ya que quedaba algo alejada del camino principal, allí jugaban, bailaban, hacían las tareas, se contaban sus anécdotas. Para nadie era un secreto que ellos se reunían allí para jugar. Hubo un tiempo en que todos empezamos a llamar a esa colina con el nombre de ellos.

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Cuando se dieron cuenta de que se miraban distinto, que sus cuerpos estaban cambiando, que no podían rozarse sin que se les erizara la piel o se les aceleraran las palpitaciones, en fin, que se amaban, sin que lo hubieran referido o conversado, presintieron que debían alejarse y decidieron no buscarse. Y allí empezó el calvario de cada semana para ellos. Les dolía no verse más que en clases, al salir del colegio cada quien se iba por su camino sin hacer promesas ni despedidas ni voltear para ver al otro alejarse, luego iban a la soledad de sus casas a esperar la dura rutina del nuevo día.

Pero la ley universal de la irresistible atracción física los volvió a juntar meses después. Esta vez estaban decididos a confesar su amor al otro pues sabían que era recíproco. Confesados sus sentimientos, volvieron a juntar horas y ganas, acompañándose a todos los lugares posibles.

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Esa noche de luna llena, en su improvisado lecho de amor, no hicieron planes para estar juntos por siempre ni compartir un hogar ni tener un perro. Se entregaron absolutamente, sin pensar en lo que podría suceder después, aunque sabían que para ellos sería muy difícil vivir juntos en aquel pueblo donde todavía faltaría mucho tiempo para comprenderlos y aceptarlos.

Dos años después se fueron del valle. Al principio supe que cada quien había tomado su camino como cuando decidieron alejarse de ellos mismos la primera vez, sin voltear a ver cómo el otro se distanciaba.

Por fortuna, cuando creí que nunca más los volvería a ver, hoy los encontré en una calle de Buenos Aires, donde viven felizmente casados. Los llamé por sus nombres de pila. Pese a mis canas, me reconocieron y me respondieron saludándome con el mejor de los afectos. Han cambiado físicamente, como yo, que ya no soy su joven maestra de primaria. Ahora exhiben orgullosamente su amor sincero, sin tapujos, con la experiencia que les ha proporcionado la madurez. Son dos hermosos hombres que todos los días salen juntos a pasear a su perro.