Para mí, la mala suerte es la excusa perfecta para no hacer nada y para justificar los errores. Alguien que se escuda en que tiene mala suerte evita tomar responsabilidad de sus acciones y por lo tanto, se niega a aprender de las situaciones que vive. Y cuando empieza a recitar esas palabras mágicas (o nefastas) empieza también a crear su realidad, haciendo por sí mismo una comprobación de lo que ya cree.

Uno por sí solo empieza a buscar todas las pruebas posibles para demostrar, con todas las señales que uno tiene mala suerte y ahí es donde la cosa empieza a ponerse fea. De pronto pasan cosas increíbles que no tienen otra explicación. “Estoy salao” diría un venezolano. Es como una bola de nieve, nuestro cerebro hace su magia y empieza a hacer las conexiones necesarias para, así como lo señalé en líneas anteriores, demostrarte que tienes razón.

Está bien creer en las “energías” u otras elementos que posiblemente algunas veces creamos como extrañas. Pero en el caso de la mala suerte (y otras cosas más) yo creo que es un mal que empieza con las creencias falsas de que todo nos sale mal.

Es hora de decir que somos afortunados, aunque en principio ni lo creamos. O como diría un venezolano “templao que soy yo”.