4to Concurso de Redacción de Cuentos Infantiles 👦🏻👧🏾⚜️| Aníbal y la Luciérnaga Maravillosa | por @genoar
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¡Hola a todos, feliz y bendecido día a los amigos integrantes de la Plataforma Steemit y a todos los miembros que conforman la Comunidad #Scouts¡, en especial al amigo @rmm31.
En este 4to Concurso de Redacción de Cuentos Infantiles, quiero compartir con ustedes la narración de esta historia de reflexión, donde @rmm31 nos propone, en la convocatoria de este concurso, escribir y redactar uno de nuestra propia inspiración. Donde los protagonistas principales fueran, un niño o niña y una luciérnaga. Los invito a la lectura del cuento que les presento a continuación:
Aníbal, es uno de los niños que pertenece al escuadrón Pequeños Triunfadores Scouts, que dirige su abuelo, hace un largo tiempo.
Aníbal, es un niño muy soñador y le gusta mucho la naturaleza, desde muy pequeño su abuelo Matías, todos los viernes, antes de amanecer y de que saliera el sol, en su camioneta, suele llevarlos junto con sus hermanitos a “La Fortaleza”, un hato de su propiedad. Juntos comparten de la hermosura del campo, las plantas, las montañas, los animales, el río y el aire saludable que se respira en aquel lugar. También les enseña lo sorprendente de la naturaleza, a disfrutar de la belleza de las flores, a ver la gran variedad estas lindas flores que hay en el camino antes de llegar a su campito.
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Cada vez que su abuelito iba en busca de ellos, Aníbal brincaba de felicidad, porque ellos sabían que pasarían momentos muy gratos junto a su abuelo en aquel lugar. También, porque sabían que pasarían largos momentos conversando, cantando y narrando historias. Ellos corrían, saltaban, jugaban, sembraban muchas plantas y semillas, que en un futuro no muy lejano, les darían ricos frutos y alimentos, como solía suceder en aquel lugar.
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Ellos querían mucho a su abuelito Matías porque cada semana aprendían algo nuevo con él.
Ese día, al llegar al campo, cuando aún era de mañana muy temprano, Aníbal, sus hermanos y su abuelo se internaron inmediatamente a recolectar frutos y legumbres de la siembra. Su abuelo siempre les decía:
_ ¡Qué bueno, hoy Dios nos regaló una hermosa cosecha!, miren como hay ricos mangos, hoy vamos a llevar cambures, plátanos y muchas frutas.
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Aníbal muy contento corría con mucha prisa, subía a los árboles para recoger unos gigantescos y apetitosos mangos, que lanzaba desde lo alto del copo de aquellos árboles, con lo que sus hermanos llenaban sus mochilas.
Aníbal daba gritos desde lo alto y decía a su abuelo:
_ Abuelito allá hay uno, y otro, y otro más.
Y seguía lanzando muchos mangos hasta que sus mochilas quedaban repletas. Luego Matías le decía que bajara muy cuidadosamente.
Seguían su camino paso dentro al hato, mientras comían de sus apetitosos mangos, corriendo y jugando, caminando y caminando recorrían los sembradíos y cada semana veían como crecían sus plantas y salían nuevos frutos y legumbres que estaban en su punto de cosecha. Sus ojos brillaban al ver la hermosura y tamaño de aquellos frutos de la tierra, al mismo tiempo que decían a su abuelo:
_ Abuelito ¿cómo es que crecen así?. Mira abuelito hay muchas flores, abejitas y maripositas. ¡oh! Aquí hay un coquito, dijo Aníbal mientras lo tomaba en su mano.
Pronto su Abuelo le dijo:
_ ¡Aníbal regrésalo a su lugar¡, es muy importante que él esté aquí, ya que el cuida de las plantas comiendo en sus hojas y quitando de ellas los otros animalitos que las destruyen, esa es su labor aquí junto con los demás coquitos, ¿Sabías esto Aníbal?
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_ No abuelito, lo pondré de nuevo allí en su matita, se ve muy bonito.
_ Si, así como nosotros cuidamos, limpiamos nuestra siembra de la mala hierba y las regamos, replico Matías _ Una mano generosa los coloca sobre las hojas de las plantas para que ellos también las cuiden.
Todos los niños a una voz dijeron:
_ ¡Qué lindos son los coquitos¡, también cuidaremos de ellos, y así pagaremos a aquella mano generosa que los trajo aquí, abuelito.
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Con una tierna mirada dirigida a ellos, su abuelo afirmo a aquella propuesta. Ese día recogieron berenjenas, auyamas, ajíes, cavaron la tierra, sacaron grandes y bellas yucas, cortaron un gran racimo de cambures y uno gigantesco de plátano, entre otros muchos alimentos del sembradío, mientras su abuelo recolectaba las semillas para una nueva siembra.
Al terminar de llenar sus mochilas, Matías y Aníbal montaron los racimos sobre sus hombros y llevaron a la camioneta, muy cargados regresaron a su casita campestre.
Allí su tía Matilde les esperaba para prepararles un delicioso almuerzo con aquella buena cosecha, mientras su abuelo junto con ellos clamaba a Dios dando gracias, porque él sabía que el autor de todo aquello era únicamente que Él, Ese Dios Todopoderoso y proveedor. El que llena de aguas la tierra para que produzca trigales, hace que se empapen sus surcos, y con los aguaceros la bendice para que produzca sus brotes. Que visita la tierra y la riega, que en gran manera la enriquece, con bondades hace que las siembras fluyan abundancia. Por esta razón Matías lanzaba su semilla y sembraba todo aquello con tanta seguridad.
Matilde desde el fondo de la casita, donde estaba ubicado el fogón, tocaba con un cucharon una de sus ollas para llamar la atención de los niños y de su padre, para que se acercaran a este lugar a comer del almuerzo que les había hecho. Ella tenía allí un tazón grande lleno de agua donde ellos lavaban sus manos antes de sentarse en el gran mesón de madera, que también estaba es ese lugar, en el que Matilde servía los platos con la comida que había preparado ese día. Todos reunidos y de pie alrededor del mesón nuevamente daban gracias a Dios por la comida, se sentaban y compartían con Matilde todo lo que habían hecho y visto en esa mañana mientras disfrutaban de la comida.
Al terminar su almuerzo todos los niños salieron de la casita, su abuelo Matías mientras reposaba sentado en su silla, allí mismo en el mesón, seleccionaba las semillas que sembraría el día siguiente.
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Aníbal junto con sus hermanos, salió fuera de la casa y corriendo en dirección al rio que estaba cerca de la casita, comenzaron a bañarse y jugar a las escondidas entre los árboles y los arbustos, entre jugar, jugar y zambullirse en el río, fueron pasando las horas y ya oscurecía un poco, pero ellos seguían jugando escondiéndose en los arbustos, corriendo y subiendo a los árboles. Aníbal para que sus hermanitos no lo hallaran, se internó más adentro en el campo, sin darse cuenta que la noche se acercaba muy rápido.
Isabel, Pedro, Juan, Marcos y Jeremías, sus hermanos al ver que ya era de noche lo buscaron y no lo encontraron, decidieron regresar prontamente a la casa de campo a contarle a su abuelo y tía, él tomó su lámpara y fue en busca de Aníbal, mientras su corazón y mente elevaba súplicas a Dios para que cuidara y protegiera al niño. Pasaron varias horas en la búsqueda, más no logró encontrarlo, muy triste regreso a la casita de campo, donde estaba Matilde esperándolo, ya los otros niños se habían quedado dormidos.
Al verlo solo de regreso, Matilde muy angustiada comenzó a llorar, entonces su padre la consoló con palabras de ánimo diciéndole:
_ Hija, ten fe, Aníbal es muy astuto y sé que va regresar sano y vivo, porque hay un ángel cuidando de él.
Mientras Aníbal un poco temeroso en la oscuridad de la noche, y a la luz de la luna, recordaba las enseñanzas de su líder del batallón Pequeños triunfadores Scouts, su abuelito Matías, de todo lo que había aprendido con él y de las tantas veces que lo vio conversar con alguien a quien él no veía. Repitiendo aquello que su abuelo hacía, dijo:
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_ Nunca te he visto cuando mi abuelito Matías habla contigo, pero sé que las veces que lo hace, tú le respondes, porque todo sale como él te lo pide, por favor ayúdame a recordar como mi abuelo encendió aquella fogata cuando estuvimos en las montañas con mis amigos Scouts, él me dijo un día que tú sabes todas las cosas, porque fuiste tú quien las creo y también te pido que me ayudes a regresar a casa de mi abuelito.
En la oscuridad de aquella noche, Aníbal de repente pudo ver un árbol caído y seco con muchas ramitas muy finitas, recordó como su abuelo encendió aquella fogata y todo lo que les dijo acerca del fuego, de cómo alejaba la llama del fuego a ciertos animales peligrosos que suelen salir en la noche y recordó lo agradable del calor del fuego cuando incursionaron aquel día en las montañas. Fue y tomo muchas ramitas y las junto como su abuelo le había enseñado, y frotando dos palitos muy secos pidió nuevamente a aquella persona con quien su abuelo platicaba en muchas oportunidades, diciéndole:
_ Oye amigo, ayúdame a darle calor a estos palitos para que enciendan.
Cuando de repente surgió una llamita entre los palitos y Aníbal prontamente los unió junto a las otras ramitas, que rápidamente se encendieron juntas y pudo abrigarse al calor del fuego. Recordó nuevamente cuando su abuelo platicaba con él y con todos sus amiguitos del batallón y les decía:
-“Juntos todos unidos encendemos la llama que nos acobija”.
Recordando todas estas cosas, miraba a su alrededor como encendían y apagaban muchas lucecitas que se movían de allá para acá, sintió tanta curiosidad que se alejó un poquito del fuego para acercarse a ver ¿qué eran todas esas lucecitas?, cuando de repente sobre su hombro derecho se posó una de ellas pero con una gran luz, ¡era una luciérnaga, muy grande y hermosa!, cuando de repente oyó una tierna voz que le decía.
_ Vine aquí para llevarte junto a tu abuelito, tía y hermanitos, ¡escúchame, no te asustes¡ , me llamaste y estoy aquí para ayudarte. Acércate a la fogata y toma un palito con el tizón encendido, como aprendiste de tu abuelo, apaga el resto de la fogata, mientras yo me alejo un poco, volaré sobre ti con mi luz encendida sin apagarla, tú me seguirás porque te acompañare en todo el camino, te llevaré de regreso a casa y cuidaré de ti.
Aníbal muy sorprendido de esa resplandeciente luz de aquella hermosa luciérnaga y de lo que escuchaba, hizo todo lo que le indico aquella dulce voz.
La luciérnaga permaneció sobre él volando en todo el trayecto del camino y Aníbal se sentía muy confiado en ella, cuando de pronto miró hacia adelante y muy sorprendido vio otra luz encendida, era la lámpara de su abuelo Matías y cerca de él también vio a su tía Matilde, en las afueras al frente de la casita campestre. Cuando Aníbal miró hacia arriba en busca de la luciérnaga ya ella no estaba.
El corrió muy contento hacia su abuelo y su tía, quienes al verlo dieron un grito de alegría dando gracias a Dios por haber traído de regreso al niño y haberlo cuidado toda aquella noche. Todos se sentaron juntos a la luz de la lámpara del abuelo, mientras el niño les contaba todo lo que le había pasado esa noche.
“Siempre que actuemos con buena voluntad, fe, amor y esperanza, todas las cosas que hagamos, nos saldrá bien”
Suerte a todos los amigos participantes en este concurso, aprovecho para invitar a, @misseleva, @alicia16 y @betsay. Puedes clipclear aquí 4to Concurso de Redacción de Cuentos Infantiles por @rmm31 👦🏻👧🏾⚜️. Me despido de todos deseándoles un feliz día.
@genoar muy bonita historia saludos.
Una extraordinaria historia y un buen mensaje.
Gracias por compartirla.
Saludos y bendiciones
SLPS
Dios escucho la voz de Aníbal y acudió a su llamado, un cuento con mucha información educativa, el abuelo Matías nos ha enseñado sobre la agricultura, la tierra y sobre todo a confiar en el todo poderoso. Bello cuento amiga. Viste que si tienes mucho talento..
Gracias, poco a poco hacemos el intento, pero me falta mucho por aprender, Dios le continué bendiciendo amigo @rmm31
Amén amiga. Vas muy bien.
Gracias por la invitación herma, lo vi algo tarde. Auch!!! El cuento muy bueno, tienes creatividad, te felicito....y este muchachito Aníbal me recuerda a alguien!!!! jajaja