42° CONCURSO 300 PALABRAS. Cuéntame, ¿alguna vez has tenido alguna pelea? / Todos los días peleo con mi esposa

De peleas está hecho el mundo. Si no, no existieran las guerras. La historia contemporánea nos habla de la I y de la II Guerra Mundial, como si esas fueran las únicas que han ocurrido. Desde antes de eso hubo miles de guerras y desde entonces nunca ha dejado de haber ese tipo de conflictos. Y allí tenemos la guerra de Ucrania, amenazando de verdad la estabilidad relativa del mundo.

Y verdaderamente, a la mayoría de nosotros se nos moldea a punta de peleas, porque las peleas no son solo físicas, sino también verbales. A mí, por ejemplo, me formaron a punta de regaños, coquitos, pellizcos y chancletazos. Y eso da pie para que en adelante no seamos tan mansas palomas.

Me tocó estudiar en la época en que los maestros castigaban físicamente a los alumnos. A mí me dieron hasta en la cédula. Recuerdo que cuando llegaba a mi casa y echaba el cuento de lo que me había hecho la maestra, mi mamá aplaudía y me encaramaba otro insulto encima.

Por eso, cuando niños, nos involucramos en especies de riñas callejeras de gallos, porque sin saberlo, estamos reflejando toda la violencia que los adultos vuelcan sobre nosotros. Pero el tiempo nos va aplacando y seguramente lo de agarrarse a trompadas y a pescozones son cosas que quedan en el pasado.

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De adulto nunca me tocó pelear (o boxear) con nadie. En ese sentido siempre he sido pacífico. Incluso hubo una vez que un borracho me dio un puñetazo en un ojo y tomé el asunto como si nada. Lo que yo estaba tratando era de calmar a un pana mío que los tragos lo estaban volviendo loco. Pero todo salió bien y no hubo heridos. Luego mi mamá me preguntó: “¿Qué te pasó en el ojo, hijo?” Y yo le respondí: “Me picó una avispa en la mata de mango”.

Como peleonero común y corriente, lo que nunca se me quitó fue mi inclinación a protestar o discutir cuando de injusticias se trata. En consecuencia, he tenido numerosos altercados con todo tipo de gente. Por ejemplo, fui enemigo acérrimo de las autoridades de los colegios donde estudiaron mis hijas y, en el día de hoy, al igual que millones de ciudadanos venezolanos disgustados con la situación en que nos han metido, me declaro peleonero incurable hasta nuevo aviso.

De todas maneras, cuando veamos que el peligro está más allá de nuestras posibilidades, hay que aplicar lo que repetía mi abuelo: A veces es más valiente el que corre que el que se queda.

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