Una de las pruebas definitivas a la que es sometida nuestra paciencia es la del matrimonio. Hay que armarse de una inmensa paciencia para aceptar las costumbres, las mañas y todo lo que no nos cuadre de la persona con quien convivimos, pero por algo dicen que el amor todo lo puede. Aprendemos a aceptar al otro tal como es y para eso hace falta paciencia y comprensión. Después, vienen los hijos y, bueno, ya eso es un doctorado, summa cumme laude, que obtenemos en paciencia. Éxitos, amiga. Un gran saludo.
Aquí nos graduamos, con especialidad y todo jejeje...
Gracias por leerme.
Saludos.