Lo más maravilloso que me pudo pasar en la vida, fue haberme convertido en tu amiga, tener ese privilegio de comprenderte y que confiaras tanto en mí, como nadie más. Armarme de fortaleza para cuando me contabas tus penas, y aquella fragilidad que me mostrabas, las veces que te abrazaba. Hallaste refugio en mí, de tantas veces que lo fuiste para mí, me tocó el día de hacerlo yo por ti.

Ahora solo me quedan las ganas de revivirte, entre mis escritos, mis historias, plastamarte una y otra vez, inmortalizarte. Dedicarte mi trabajo y seguir ensalzándote más de cuando lo hacía cuando estabas con vida. Entre sueños ilusorios de quien descansa en el sueño de la muerte.