Relato: ¿Coincidencia?

Cristina generalmente no creía en supersticiones o en aplicaciones salidas de un capítulo de Dark. Y sin embargo, ella se encontraba ahí, caminando por sí sola en medio de un estacionamiento abandonado a mitad de la noche, con solo su celular en la mano.

Todos los días veía videos de personas que, usando una novedosa aplicación que las llevaba a lugares insospechados, encontraban toda clase de situaciones: Desde lugares embrujados hasta cadáveres metidos en una maleta. Por supuesto, eran posibles coincidencias; o al menos eso era lo que ella se decía al momento de descargar dicha aplicación, motivada mayormente por la curiosidad.

Mirando por ambos lados para asegurarse de que nadie le estuviera viendo, la joven de 32 años se puso de cuclillas delante de un automóvil viejo. La aplicación indicaba que el objeto de su búsqueda estaba en el auto. Cristina no vio nada por debajo; quizás el objeto que buscaba estaba dentro del vehículo.

Claro, si ese objeto existiera.

Tomó una piedra que estaba a unos pocos metros de su ubicación y la arrojó contra la ventana. Con cierto esfuerzo logró abrir la puerta y, armándose de valor, se adentró para ver si había algo.

Nada, salvo basura.

"Como lo pensé, coincidencias", se dijo mientras se encaminaba hacia la salida. Un rato después, ya en casa, se sentó a redactar sus "hallazgos" en la aplicación antes de acostarse a dormir.

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Lo primero que pensó cuando vio aquél objeto encima de la repisa de la tienda de antigüedades era que había sido una coincidencia. Ni siquiera había utilizado la aplicación; estaba de paso, regresando de la financiera a la que su abuela debía dinero. Pero ahí estaba: Grande, de un vibrante color verde oscuro y escamoso.

Era increíble el parecido que tenía con los huevos de dragón que había visto en Game of Thrones; hasta parecía real, pues al tocarlo lo notaba duro y escamoso.

"Es una pieza magnífica", escuchó que le comentara el anticuario.

"Me imagino que es de utilería o pertenece a una colección deluxe", replicó Cristina, mirando atentamente aquél objeto. "¿En cuánto la está vendiendo?"

"En cincuenta".

La joven sacó de su bolso un monedero y, entregándole el billete de 50, le preguntó si tenía una bolsa en donde podía meter el objeto. El anticuario negó la cabeza; ya no manejaba bolsas de plástico. A Cristina ese detalle no le importaba; se las ingeniaría para llevarla en su bolso.