Topic of the week №30 | ¿Crees en fantasmas? | Mi respuesta es ¡sí! por @zmoreno

La vida me ha dado muchas razones para entender que los fantasmas son algo real, palpable, seres a los que no hay que temer ni llorar, sino que nos acompañan y están a nuestro lado protegiéndonos. Muchas veces en mi casa hemos sentido la presencia de un familia que murió, y agradecemos su tranquilo estar. En otras ocasiones, nuestros encuentros con lo paranormal han sido mucho más turbios, oscuros, pero son cosas que afirman lo anteriormente dicho: no estamos del todo solos en este momento y lugar.

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Una noche se cumplió mi pesadilla más terrible. Siempre he temido y odiado los fantasmas, sobretodo porque soy una persona muy miedosa y asustadiza. Estaba soñando agitada una de mis habituales pesadillas y desperté al sentir que me jalaban por la sábana. En un principio, ya en todos mis cabales, razoné que el jalón había sido producto de mis sueños estrepitosos. Sin embargo, al acomodarme en la cama, pude ver frente a frente, tan cerca que me cegaba, un resplandor blanco que se erguía sobre mí de forma demandante, peligrosa. Era una cosa que, sin explicación, producía miedo y rechazo. La sábana se levantó nuevamente, pero esa vez el miedo me ganó y caí rendida en el colchón, donde me dormí nuevamente, convenciendo a mi mente de que solo había sido un sueño, pero ¿lo fue?

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En otras ocasiones lo paranormal se ha manifestado de otra forma, de modo sutil, tranquilo, en sucesos inexplicables y pequeños que ya se vuelven parte del día a día. En forma de predicciones y acciones extrañas.

La perrita que solía vivir en mi casa, Manchitas, falleció injustamente a manos de unos ladrones que pretendían robarnos. Ella, poderosa y fiel, nos defendió y por ello obtuvo la muerte. La mañana del suceso, sin conocer lo ocurrido, me desperté tranquila y bajé rápidamente por las escaleras, ya que llegaría tarde al colegio y debía desayunar. Llevaba conmigo mi reproductor y oía música en los audífonos. Cuando me dispuse a comer, agarré mis cubiertos y me senté, pero extrañamente se me resbaló la cuchara y cayó al suelo. Sin tocarla ni hacer un mínimo movimiento, la cuchara empezó a dar vueltas hasta que paró y me señaló. Aterrorizada, con mi corazón martillando y la respiración acelerada, busqué huir lo más rápido posible del lugar. Pero, súbitamente, la música que llevaba en mis audífonos cambió de canción y empezó a sonar directamente en el celular aún con los audífonos conectados. «Na, na, na, na, na» sonaba la canción. Mi cerebro no halló explicación lógica para lo ocurrido, así que me fui e intenté olvidar el asunto. Al salir de la casa, me despedí de Manchitas, que extrañamente no se había levantado de su lugar de sueño, y llegué alegre al colegio. Cuando llegué a la casa, hora después, mi papá lloraba de rabia y me dijo entre dientes «Manchitas murió, fue asesinada».

_{Manchitas. Foto de mi propiedad.}

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La línea entre la vida y la muerte es tan ligera que constantemente podemos tener contacto con lo que sucede en el otro lado. Por mi parte, aunque temo a estos sucesos, de igual forma me parece interesante y algo digno de ser relatado.

Los fantasmas son reales, y no son criaturas con batas blancas; son seres que, como tú y yo, vivieron, y ahora buscan desesperadamente darnos su mensaje.