Había caído en el valle de la soledad, no quería más nunca tener que lidiar con el dolor de dejar a un lado todo aquello a lo que terminaba atado. Siempre intente que las palabras no fuesen solo eso, tomaba fuerzas necesarias para intentarlo una y otra vez de una forma incansable para que el sentir no fuese un vínculo irrompible, para que aquellos amores a destiempo y unilaterales no se volvieran una calamidad en mi viejo presente y en mi presencial futuro.


Tenía tantas huellas, tantas marcas invisibles al ojo humano que no podía contar cada una de ellas, tampoco quería recordar los momentos en que cada una de ellas fueron puestas en mi cuerpo, y más allá de ello, en mi vida. Estaba totalmente decidido a cambiar de una forma totalmente radical, creándome la convicción de no creer en aquellos sentimientos que pudieran comprometer mi futuro de una forma negativa o peor, pensaba y sentía que podía poner una marca de fin para todo aquello que estaba dejando a un lado y que una vez para mi fueron importantes, mis sueños, metas, logros por guardar en cofres de buenos recuerdos, llenos de experiencias que me hicieran recordar el gran camino que tuve que recorrer y correr atado de manos y tal vez de pies, pero aun así con la fortaleza y alegría de haber llegado a la meta final para el inicio del caminar sin desespero sino agradecido por poder caminar luego de un gran correr.


Debía de una forma odiar aquello que amaba por encima de todo, el mismo amor, y con ello empecé a amar mi carrera, mis habilidades puestas a pruebas en cada una de las fases de mi vida universitaria. Al inicio fue un camino incierto donde solo estaba palpando, y a pesar de que muchos pensaron que estaba perdiendo el tiempo por solo tomar un sorbo y no el trago completo del conocimiento, sabía que muy pronto iba a conseguir aquello que me atara a una vida sin amor a un cuerpo ajeno, a una mirada brillante que pronto se opaca, a esos labios que pronuncian palabras que al final acompañan al viento y a esos abrazos que se visten de seda pero terminan siendo una barrera de concreto que no me permite ver más allá de la realidad.


Me volví tal vez frío, hice tanto daño con el solo objetivo de poder mantenerme con la firmeza y el nivel de convicción; no había fuerzas en mi para mantenerme estable que no fuese el camino de la soledad, algo que me secó por completo, nada que sentir, solo aquello material de la vida humana era lo que me llenaba, aquello que tal vez creaba conversaciones y burlas de pasillo. No había enfermedad alguna de mi ser que pudiera desligarme del conocimiento, era morir en el intento, pero asegurar el camino hacia ese título que me diera un poder de renombre.


Todo acorde a lo pensado, a lo deseado por la mente ignorando al corazón que se volvía una roca fría indestructible, arrasando con cualquiera que quisiera tropezarse en mi camino y ser solo eso, un estorbo, mi pensar era uno, nadie hará esto por mí, solo yo puedo hacerlo por ti mismo.


Pero la vida es tan incierta, aquello que empezó como una competencia terminó por ser una fijación. Quería ser mejor que él, y tenía ese sentir impregnado en tinta indeleble sobre mi. No podía negarlo, una rabia dentro de mí cada vez que su mirada se tornaba llena de frenesí con cada chica que se le cruzara por el camino. En uno y miles intentos por buscar mi amistad lo rechace, tal vez sin saberlo no quería ser su amigo, tampoco era importante para mi saber lo que ello significaba, era como saber que al momento de buscar iba a hallar aquello de lo cual me costó tanto alejarme.


Eso ojos claros de miel empezaron a robar mis pensamientos, me sentía patético cada vez que a su lado estaba y sus brazos arreglaban de manera descarada el cabello de la chica nueva. Cómo era posible que algo así pudiera afectarme, era algo insólito para lo poco de principios que me quedaban. Pero debía mantener la compostura y el afán de dejar una huella en la institución, era un gozo ser reconocido por ser alguien cuyo conocimiento lo podía llevar a ser alguien grande, no hacía falta formar parte de las tantas historias entre bocas de los pasillos.


El destino parece burlarse de mí al ponerlo en bandeja de plata, no había palabra alguna para seguir alejándome, ya la curiosidad humana me estaba devorando por dentro sin darme cuenta de ello, y no medí el momento cuando ya estaba cumpliendo el reto de estar a solas con él.


Otra vez esa mirada, nada más podía pasar era lo que me repetía en mi mente. Era otra simple experiencia más casual, de solo disfrute. Pero él me sigue buscando a pesar de que mi corazón lo trata fríamente cuando en realidad lo quiere abrazar. Empecé una vez más a sentir temor, a temblar cada vez que alguien que me gustaba estaba a mi lado, tantos con los que me he cruzado en el camino, tantos besos y nombres, pero él es el único que me hace dudar, me hace caer, lo odio con todas las fuerzas.


El día esperado desde un inicio, una convicción hecha realidad pero con sorpresas, nuestra graduación, juntos. Estamos una vez más juntos y siento nostalgia porque sé que nuestros caminos se van a separar. Tontamente pensé que perdí el tiempo por no aceptar el hecho que me gustaba. Esas últimas horas me abrí por completo y antes de pronunciar un te quiero, escuche un te amo en lejanía. Una chica, una novia, tal vez su futuro sin mí.


Me llene de rebeldía, dolía ser infiel a mis principios, pero siempre pensé que nunca podía merecer quedar callado, tal vez por un momento llegué a pensar que no debimos hacerlo para que ninguna huella quedará en mi, para que no existiera arrepentimientos o el deseo de una nueva vida. Estaba aferrado a él, ni siquiera ella u otra podía detenerme. Hasta que algo toco y estrujó mi corazón terminando de romper el sobrante de la coraza que ya desde hace un tiempo se quebrantaba por sí sola.


La calidez, su familia. Un amor inquebrantable, un abrazo que yo nunca iba a poder darle. Entonces allí todo recuerdo de infancia, de mi eterna y dolida juventud viene a mí, arrancándome el corazón y haciendo que toda cicatriz se desangrara. No podía convertir su vida en algo similar a la mía, no podía permitirme borrar esas sonrisas cálidas y de felicidad de sus rostros. No podía dejar que se involucrara en un mundo de dolor, prejuicios, donde el amor parece no tener valor para otros ojos que solo hacen señalar y mirar con odio. No quebrantaría su heterosexualidad solo por una curiosidad mía, y por el poder envolvente que tenía sobre él.


Así que solo sonreí para la foto que me pidió tomar juntos, algo que he recordado por siempre. Aunque el destino no termino de jugar conmigo hasta ese momento…