Esta es una declaración que puede ser cierta en la medida de las circunstancias que te rodean. Todos sabemos que el destino establecido por la sociedad a nivel global es el siguiente: Nacer, crecer, estudiar, obtener un título universitario. Casarse, tener hijos y hacer que los hijos repitan el proceso. Este proceso responde a las necesidades que el sistema económico de cada país necesita solventar, porque las personas son recursos humanos y si no hay recursos humanos, difícilmente habrá desarrollos significativos en el país.

La parte de “casarse y tener hijos”, quizá sea la más crítica y esto se debe a que permite la continuidad de la especie humana y la oportunidad de reemplazar los viejos recursos por nuevos recursos capacitados y listos para trabajar. Ahora bien, el problema es el siguiente:

“estar casados no garantiza la felicidad”

Puede parecer que estar casado es una maravilla, pero en realidad puede convertirse en una pesadilla. Esto ocurre cuando la pareja recién casada no construye una relación correctamente, no se conocen a profundidad o se casan bajo circunstancias forzadas, como asumir la responsabilidad de un hijo no planificado.

Debido a diversas razones como las anteriores mencionadas, el índice de personas que se divorcian está aumentando dramáticamente. Durante la pandemia se volvió común escuchar de novios o parejas casadas que se separaron debido a problemas en el hogar, pero lo cierto es que no se conocían y cuando deben afrontar esa realidad tienen dos opciones, buscan ayuda para solventar los problemas o se separan, muchos terminan eligiendo la primera al concluir que están con la persona equivocada.

También están las razones más populares y recientes para no estar casados como suele suceder en los países asiáticos tales como China, Corea del Sur y Japón, es decir, la situación económica que no permita formar una familia. En lugares como Corea del Sur si la pareja de novios no tiene la capacidad económica, es normal que la mujer busque un hombre que si pueda darle ese sustento y aunque esto pueda parecer normal a nivel mundial, allá es mucho más estricto así como en el resto de países mencionados. La otra razón para no estar casados que muchos consideran es por la responsabilidad de tener hijos, en países europeos es bastante normal que las personas no quieran tener hijos aunque tengan la capacidad para ello porque según dicen “resta calidad de vida”.

Aunque esto pueda sonar mal para muchas religiones y culturas, no es mi intención ofender, pero el acto de casarse no termina bien para todos, de hecho la mayoría se divorcia o terminan experimentando una relación toxica durante 5,10, y hasta 20 años o más, solo porque la sociedad dice que el amor debe ser eterno e incondicional. Gracias a estos “amores eternos” se puede ver muchas mujeres rotas emocionalmente y hombres disfuncionales que abusan de sus parejas.

También se puede dar el caso a la inversa, pero es menos común e incluso cuando sucede el hombre no denuncia porque tiene vergüenza de haber sido abusado por una mujer. Por esta y muchas otras razones que no caben aquí, es posible aceptar la premisa “Serás más feliz si no estás casado”.

El castigo nunca tiene un buen efecto

El castigo señores y señoras, fácilmente se puede convertir en una herramienta de opresión y muchas personas no lo entienden del todo. Si tomamos como ejemplo al castigo aplicado a los niños, entonces podemos observar que gran parte de los padres lo considera una buena herramienta de disuasión para evitar que los niños adopten comportamientos indeseados o que no vaya acorde con el sistema de valores que se pretende inculcar.

El problema comienza cuando el castigo se normaliza, y se vuelve una rutina. Si el niño llora, merece un castigo, y si habla, merece un castigo, si se muestra un mal comportamiento, merece un castigo. En otras palabras, el látigo del castigo se convierte en algo cotidiano y al final, el niño se desensibiliza, lo cual puede terminar siendo contraproducente. En estos casos donde el adulto solo impone el respeto impartiendo castigo, el niño aprende a soportar el dolor y en el futuro se convierte en un maltratador que solo sabe usar el castigo físico para manejar situaciones adversas.

A veces es más sencillo y efectivo reprender al niño con palabras y no con golpes o bien, enseñarle una lección a través de una experiencia que no incluya golpes. Por ejemplo, si tu hijo llega a casa con algo robado, entonces debes explicarle que eso está mal y hacer lo regrese el mismo, de ser posible en presencia de varias personas. De la misma forma que el castigo está mal con los niños, sigue estando mal con los adultos.

Las situaciones que arrinconan a una persona a través del maltrato solo pueden desembocar en situaciones terribles, como la depresión, ansiedad, miedo, estrés y la adopción de esos mismos métodos que luego transformaran a la víctima en un agresor, siendo el peor caso posible porque se multiplica la violencia y se crea una cadena de odio. El castigo normalmente solo es válido cuando está verdaderamente justificado y no puede reducirse simplemente a impartir violencia física porque más allá de forjar carácter puede terminar creando heridas invisibles en quien recibe dicho castigo.