Steemit Engagement Challenge / S19W3 - "Mi vida en lo paranormal"

Escuché con claridad las alegres voces de unos niños que jugaban cerca de la ventana de mi cuarto, pero eran las tres de la madrugada y me pareció imposible que a esas horas hubiese ya chiquillos levantados por allí. Me convencí, entonces, de que lo había soñado y continué durmiendo porque tenía clases a la primera hora de la mañana, debía estar listo para ir al liceo desde bien temprano.

Hacía apenas dos días que nos habíamos mudado a esa amplia casa con un hermoso jardín en frente y un gran patio sombreado por grandes árboles que casi no dejaban pasar la luz del sol. Se encontraba ubicada en la calle principal del pueblo, haciendo esquina con la vereda que trepaba hacia el cerro donde estaba la capilla. Para aquel tiempo mi hermana Flor María tenía cuatro años de edad, ya desde esa época era inquieta y habladora, nuestra madre era una joven mujer que trabajaba todo el día en la calle y la abuela Carmen, que ya se fue de este mundo, demostraba aún su inquebrantable voluntad y su esmerada dulzura.

El sueño de los niños jugando se me había olvidado por completo, pero el sábado siguiente en la mañana, cuando fui al patio quedé sumamente extrañado porque encontré a Flor María hablando sola y lanzando unas brillantes piedrecillas de colores en un círculo pintado en el suelo. De inmediato le pregunté qué estaba haciendo y ella me respondió como si nada: "Jugando con estos amiguitos". Aunque la escuché pronunciar algunos nombres y dirigirse a unas personas como si las estuviese mirando, pensé que como no tenía en ese momento a nadie más con quien compartir, decidió inventarse unos amigos imaginarios y se encontraba sumergida en sus abstractas ingenuidades infantiles.

Ninguno de esos episodios, en verdad, me habían parecido extraños, fuera de lo normal, quizás porque yo solo era un adolescente preocupado por los estudios y por esos otros temas que asedian a los jóvenes que viven esa efervescente etapa existencial. El fin de semana siguiente, sin embargo, vinieron unos compañeros de estudio a mi casa y, después de practicar para un examen de matemáticas que teníamos pendiente, compramos refrescos, chucherías, colocamos música y algunos de ellos se pusieron a bailar en la sala…

Estaba ya anocheciendo cuando escuchamos, de repente, las risas y las palabras burlonas de unos niños, que no podíamos ver, alrededor de nosotros: "Están bailando -decían- ja ja ja ja, bailan raro, como si les estuviera doliendo algo"… Todos quedamos paralizados, mirándonos unos a otros las caras, llenos de miedo y sin comprender nada. Rebeca, una de las amigas, apagó la música y preguntó si mi hermana Flor María estaba en casa, pero solo era por aferrarse a una posible explicación porque todos sabíamos que, en ese momento, los únicos que estábamos allí éramos nosotros.

En cuanto llegaron de la calle, les conté todo a mi madre y a la abuela Carmen. Al principio, se mostraron escépticas, pero mamá recordó que a ella también la habían despertado de madrugada las risas de unos niños cerca de su cuarto y una nube de preocupación se posó en su semblante. La abuela, en cambio, después de pensarlo un poco, dijo: "esos son los duendes, si me escuchan peleando y diciendo vulgaridades, no me hagan caso, que así haré que se marchen de aquí".

Llevaba tres minutos profiriendo insultos y obscenidades cuando sentimos que los trastos de la cocina comenzaron a caer con gran estrépito. Corrimos hacia allá y estaban las ollas y otros utensilios regados por todas partes. En el piso, un letrero hecho con piedrecillas de colores decía: Carmen, cerda vulgar… La abuela no le hizo caso y continuó peleando durante dos días seguidos hasta que los duendes desaparecieron.

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