Desde el primer momento que vi esa caja, sentí que no era un juego de mesa cualquiera; era el mundo de las palabras en un océano verde e infinito.

Mi amigo me enseñó a jugar y yo no quería dejar de hacerlo. Me interesé tanto en el mismo, que al otro día fui a comprar mi scrabble. Compré uno viajero, que venía en un estuchito verde con letras pequeñitas; uno de lujo, que era un tablero rojizo con letras de madera; y el que ven en la foto: el original, que es el ideal para competencias.

Una vez tuve mi scrabble, todas las noches me ponía a jugar con mi esposo; nos divertíamos mucho. Luego alguien me habló de reddeletras; que es el mundo del scrabble virtual. Me suscribí al mismo y juntaba el día con la noche formando palabras y deleitándome ante cada término nuevo que aprendía.

Así fue creciendo mi pasión por el Scrabble. Con el tiempo, comencé a trabajar en la Universidad de Oriente, Núcleo de Sucre-Venezuela; y me atreví a participar en un torneo para conformar la selección de profesores que iría a jugar a otras universidades nacionales. Mi mayor sorpresa fue cuando quedé en el primer lugar.