Doce son las campanadas que emite aquel antiguo reloj ubicado en un costado del enorme salón principal de aquella vieja mansión abandona en el lejano paraje de los llanos centrales venezolanos.

El anuncio de la mediana noche es la señal esperada por los espectros para comenzar la reunión pautada noches anteriores. En el centro del gran salón se encuentra una inmensa y antigua mesa de madera.

Alrededor de la misma se encuentra 6 sillas que hacen juego con toda la decoración colonial que prevalece en el lugar. Polvo y telas de arañas son el accesorio que decora el lugar.

Uno a uno va haciendo aparición los asistentes a la reunión.

Un tétrico silbido anuncia la llegada del Silbón caminando lentamente mientras es mordido en sus tobillos por su perro Tureco y llevando sobre sus hombros los huesos de su padre como castigo por haberlo asesinado y comerle las asaduras. Su madre lo maldijo y ahora persigue en las noches a los hombres parranderos que dejan sola a su familia para irse de parranda.

El sonido de huesos chocando entre si es seguido por la aparición del cuerpo femenino de figura sensualmente terrorífica y de gran estatura. Aquella mujer no poseía ojos en su pálido rostro, en su lugar ardían dos llamas de brasas que alumbraban todo el lugar. La Sayona era el resultado de un castigo divino y aparece en los pueblos luego del toque de animas para aleccionar a los hombres que están lejos de casa y que llevan malos pensamientos.

Arrastrándose por el piso, dejando una estela de agua de mar, hizo acto de presencia el Pez Nicolás. Un ser mitad hombre, mitad pez, producto del incesto convenido entre madre e hijo y que fue tragado por el mar cuando sus procreadores intentaban ocultar aquel abominable acto. El trio fue arrastrado por las aguas y él fue el único sobreviviente que ahora vaga por las costas aleccionando a todo aquel que se encuentre en su dominio.

El relinchar fantasmal emitido por el espectro de un caballo anunciaba la llegada de quien había traicionado la ayuda que le habían dado los habitantes de la isla de Margarita luego de que su barco sufriera un naufragio. Con su uniforme de capitán, el Tirano Aguirre entró al lugar. En su cien se podría divisar el orifico que se hizo con un disparo luego de violar y asesinar a su propia hija.

Un fuerte sonido de golpeteos con un cabo de hacha contra el antiguo piso de madera retumbaba en la mansión. Un ser alto, calvo, con ojos de brasa que queman el alma, con dientes filosos, pecho cubierto de lana y manos planchadas como las de una rana es el potador de la herramienta que golpeaba. El hachador Perdido es producto de un castigo que recibió un hombre que salió al bosque a cortar un árbol un viernes santo.