Si, con este súper poder tengo la habilidad de insertar al niño en un mundo imaginario en el que viajamos por espacios insólitos ya que podemos transformarnos en hormiguitas y realizar recorridos de un lugar a otro, también en elefantes gigantes que caminan muy lento, o ranitas que les gusta salir a saltar de un charco a otro, a los niños les encanta mis poderes y los disfrutan.

Pero esto no es todo, en ocasiones con mi vara mágica, puedo lograr que suban y bajen sus brazos para imaginar que volamos, realizando este vuelo por toda la cancha, es sin duda un acto sublime que inspira libertad.

Estos poderes son mi herramienta cada mañana y los niños lo saben, porque a que a través de la música pueden disfrutar de sonidos decorados con notas musicales que invitan a escribir historias con movimientos naturales.

Además, son estos poderes los que me han permitido convencer al niño a valorar la actividad física a través del juego imaginario durante 19 años, me he preparado profesionalmente para ello ya que la intención es dar lo mejor de como profesional y como persona.

A diario, cuando llega el momento de realizar la clase siento que me transformo, nado como un pez en el agua, fluyen ideas, quiero enseñarles valores, ellos aprenden a través del juego tantas cosas, emociones, sentimientos, ellos me dan su cariño, responden preguntas y eso es para mí gratificante.

Investigando y creciendo profesionalmente, ellos lo exigen ya que cada día observo niños despiertos, más atentos y eso obliga a ir al ritmo que ellos imponen, las generaciones cambian.

Así mismo, al llegar al salón y la maestra dice que los niños me extrañan, todos se acercan y con sus bracitos me abrazan, rompiendo el orden de su aula, transmiten energía necesaria para activar mis poderes.

Finalmente debo decir que, es gratificante como maestra cuando a diario les enseñas cosas y al cabo de algunos días observas su evolución, ellos son como esponjas que absorben todo, me gusta mi trabajo, lo extrañaba, me siento libre y feliz compartiendo con niños.