Yo también tengo mi perro de papel, se llama Copy como el primer perro que tuve en mi vida. Cuando cumplí quince años, alguien que quería ser tío, tenía una perra que parió justo ese 10 de marzo.

Esperé que cumpliera el mes y ahí me lo entregaron. Estos eran tiempos distintos en los que los perros eran solo eso, y yo no tenía permiso para muchas cosas; sin embargo, Copy recibió un poco de mi precario amor, lo bañaba y peinaba y jugaba con él quien tenía un pelo reluciente y abundante.

Mi perro era solidario y me acompañó los momentos difíciles de adolescente con una mirada cómplice como si de verdad entendía las emociones que estaba pasando. Él un día partió, quizá antes de lo previsto, pero me dejó la enseñanza de que ellos son algo más que una simple mascota a la que hay que cuidar, tienen una inteligencia distinta para comprender y expresar con ojos mansos lo que están entendiendo. Desde el cielo de los perros también se acuerda de mí. A él dedico esta participación en este concurso.

A mi perro de papel pensé en darle de comer carne por ello le regalé una vaca, pero como es tan amigable no ha aceptado el obsequio y prefiere tenerla como amiga, me dice que como es de papel no necesita mucho alimento, que prefiere tener a alguien con quien conversar y jugar. Así que Copy y Dobon ahora son excelentes amigos.

Tener un perro de papel es una experiencia novedosa porque de esa manera ellos son limpios, nada revoltosos, solo debo cuidar en qué lugar guardarlo para no extraviarlo o que vaya a mojarse, pero no podrá salvarse de que le converse y si es tan manso como al que le hacemos homenaje podría establecerse una relación como la de Quino y Mafalda y eso me encanta. ¡Imaginación a volar!