CONCURSO SEMANAL: Experiencias paranormales by @palabreador
En el pequeño apartamento donde vivíamos mis padres, mis dos hermanos y yo, sólo había dos habitaciones. En una, ubicada al fondo, dormía una señora a quien mis padres le habían alquilado el cuarto. Era una manera de ayudarse para ajustar la apretada economía familiar. Era una mujer tranquila, pasaba de los cincuenta años. Trabajaba como cocinera en un restaurante del este de la ciudad. En la otra, dormíamos nosotros. Era un cuarto muy grande, espacioso. Yo tenía nueve años.
Me desperté de repente. Era de madrugada. Ir al baño de noche no era una costumbre en mí, pero esa madrugada me vi sorprendido y rebasado. Supongo que el frío severo fue la principal causa. Tenía que ir al baño. Me levanté sin hacer ruido, no quería molestar a mis padres con algo que yo mismo podía resolver. Después de todo, el baño estaba apenas a unos diez pasos de la habitación.
Abrí la puerta con cuidado y la empujé hacia mí cuando salí, teniendo cuidado de no cerrarla. Ya en la sala, el frío se sentía mucho más. Presentí que era la mitad de la madrugada porque no se sentía ningún ruido. Mi madre siempre tenía la costumbre de dejar la luz de la cocina encendida para que diera luz a las áreas más cercanas. Enfilé hacia el baño, ubicado al principio del pasillo, el cual terminaba en la habitación de la señora Isabel. Sólo una cortina de tul me separaba del pasillo.
A decir verdad, no sentía miedo, pero una sensación extraña me invadió justo cuando coloqué mi mano izquierda sobre la tela para separarla. Fue escalofriante. Una vez abierta la cortina, me sorprendió ver a la señora Isabel sentada en una silla justo frente a su habitación. El pálido reflejo de la luz que salía de la cocina, sólo dejaba ver su silueta. Aunque me asusté al verla, de inmediato acepté su presencia, ya que no era difícil verla sentada allí cuando estaba en casa. Decidí no decirle nada para poder retornar pronto a mi cama.
Ya con más calma, entré al baño, oriné y tan pronto como pude, regresé a la habitación. Mi padre, que sintió mi llegada, levantó su cabeza y me preguntó qué pasaba. Le dije que sólo había ido a orinar, luego de lo cual retornó al sueño al igual que yo.
En la mañana, con mis padres de pie, desperté temprano y fui hasta la cocina, donde se encontraba mi madre haciendo desayuno. “Hola, mamá. Buenos días. Bendición”, le dije. “Dios te bendiga, hijo”, me respondió, dándome un abrazo. “Mamá?”, le dije, “Esta madrugada me levanté a orinar y vi a la señora Isabel sentada frente a su cuarto. Será que se sentía mal?”, le pregunté con preocupación. Mi madre me vio con asombro, pero no dijo nada. Me retiré resignado a no obtener respuesta y fui al baño, donde lavé rápidamente mi cara y salí.
De vuelta a la cocina, escuché a mi madre conversando con mi padre. Hablaban de la señora Isabel, cosa que me llamó la atención y que provocó que me quedara medio escondido detrás de una pared contigua. Lo que escuché, me congeló. “Imposible. La señora Isabel no vino a dormir anoche”, le decía mi padre a mi madre. “Su sobrina me avisó ayer por la tarde y ella extravió su llave”. Mi madre sólo hizo silencio y el escalofrío que sentí en la madrugada, recorrió una vez más mi pequeña espalda.
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Hola @palabreador. Tu historia es simplemente maravillosa, sentí escalofríos y emoción. Tienes una forma de narrar que atrapa y envuelve. Me encantó la forma en que diste el giro final, diciendo que la señora realmente no estaba. ¡Increíble!
Saludos, mucho éxito en el concurso.
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