Saludos amigos…

Estos días de inicio de año han sido un poco difíciles para mí porque he estado enferma, con gripe y pocos ánimos, pero ya en esta nueva semana me he sentido mejor y estoy incorporándome de a poco al trabajo y a los estudios de la universidad que ya comenzaron.

Es por eso que por primera vez escribo tres diarios en uno, ya que han sido muy parecidos, pero de gran experiencia y mucho baile.

Muy animada por comenzar una nueva semana, así comenzó mi día a las 7:30 AM para alistarme e ir a trabajar desde temprano. Aproveché la mañana mientras estaba en el trabajo para leer algunos documentos de economía urbana, ya que la próxima semana tengo parcial y siendo sincera, ni siquiera el título de los documentos leí durante las vacaciones de diciembre.

La mañana se me pasó muy rápido hasta mediodía que almorcé y a la 1 PM ya estaba en mi casa de nuevo, preparándome para salir a dar una clase de danza en una de las academias donde estuve hace un tiempo, ya que me llamó la directora que necesitaba una suplente por esta semana.

Con mucho gusto acepté y aquí estoy, en el salón calentando un poco antes de comenzar las clases con las niñas.

Son 3 horas de clase que me correspondían: la primera con niñas de 3 y 4 años de edad, la segunda con niñas de 6 a 8 años de edad, y la tercera con niñas desde los 11 hasta los 16 años de edad.

Admito que cuando me llamaron no estaba muy convencida, aunque sí me gusta dar clases de danza, pero cuando son desde niñas tan pequeñas no suele ser muy fácil.

Ya había tenido experiencia dando clases de ballet y flamenco pero esta vez quedé sorprendida porque a pesar de ser niñas tan pequeñas, son muy disciplinadas y obedientes. Sí hay una que otra que rompe el orden o que quiere hablar de todo de su vida, pero se unen a las tranquilas que son más.

En la clase de las más pequeñas ocurrió algo muy particular que nunca imaginé que pasaría, una de las niñas que comenzó la clase muy tranquila y hacía todos los ejercicios se cansó (es muy común que pase con las pequeñas), por eso le permití sentarse, pero en un segundo que me miré a un lado la niña se había levantado y jugando con las luces de la corneta… ¡la tumbó!

Por supuesto que no fue su intención y se asustó por pensar que la regañaría, también yo pensando que se había golpeado, pero gracias a Dios eso no pasó, pero aun así comenzó a llorar mucho y llevé afuera del salón junto a la directora para evitar que distrajera a las demás niñas y poder finalizar la clase.

Al terminar las clases por ese día, merendé una torta marmolada hecha por mi abuelita (siempre es importante comer algo ligero para recuperar energías), para por fin volver a mi casa y descansar mientras veía series hasta acostarme a dormir.

Un nuevo día y con mi cuerpo bastante adolorido, son las consecuencias de ser profe de danzas y hacer cada hora de clase junto a las niñas.

La mañana transcurrió con normalidad y para la tarde ya estaba preparándome y muy emocionada porque era DÍA DE BALLET, y entre tantos géneros de danza que existen, el ballet es mi favorito.

La primera hora de clase fue con las niñas más pequeñas, ellas también estaban muy emocionadas y apenas me vieron llegar ya querían entrar corriendo al salón tras de mí.

También ocurrió algo muy particular, para nada grave como el primer día, pero me causó tanta ternura que no lo puedo dejar pasar, y es que en el grupo de las pequeñas hay una niña de 5 años que hacía los ejercicios de la clase con flojera, a veces también se quedaba sentada mirando a las demás, y cuando le pregunté que tenía me respondió que estaba “muy canshada” con una voz tan tierna que, si no es porque la veo, ni se me ocurría que tiene esa edad.

La dejé sentarse mientras terminaba la clase con las demás niñas, y así continué con los otros grupos, y junto con ellas hice también la clase para no perder la técnica y retomar costumbres.

Este día llegué súper cansada a mi casa y solo esperé a que estuviera lista la cena para descansar hasta el día siguiente.

Llegó el ombligo de la semana y tuve que despertar un poco más temprano para ir a trabajar, ya que mi novio que es mi compañero de trabajo tuvo que estar despierto hasta la madrugada haciendo unos trabajos de la universidad, y me pidió que abriera por este día mientras él dormía un rato más.

Al igual que los días anteriores, la mañana pasó muy rápido, pero esta vez me dediqué más a la publicidad del trabajo hasta el mediodía que almorcé y fui a mi casa a esperar a mis sobrinas que estaban en camino, aunque de nuevo debía ir a la academia a dar clases, pero quería compartir así fuese 30 minutos junto a ellas.

Ya en la academia, tuve una hora libre porque hubo una confusión con las representantes de las niñas pequeñas con el horario y no asistieron, así que estiré mientras pasaba la hora.

En los siguientes dos grupos, asistieron 3 niñas en cada uno, eran muy pocas para la cantidad que son, pero es muy común que para estas fechas aún no se reincorporen, sino hasta luego del 15 de enero.

Aun así, no perdimos el viaje y tuvimos una gran clase con las que asistieron, y así finalizar mi semana de suplente.

Volví a mi casa muy tranquila y qué mejor manera de terminar el día que admirando los paisajes y atardeceres hermosos de la ciudad, agradeciendo por la dicha de vivirlo.

No estoy tan acostumbrada a dar clases, pero me emociona mucho ver a las niñas disfrutar de la clase y más aún me llena de orgullo y me motiva que al terminar se me acerquen para decirme que les gustó y para agradecerme por la clase.